lunes, 23 de mayo de 2016

Hazte una foto de madrugada



A veces escribo acerca de instantes. Instantes. Como fotografías, ¿conoces la fotografía de la que hablo? No, claro que no. Aún no te hablé de ella. Aún no la he tomado. Cualquier tipo de comunicado sea leído, escuchado o visto tiene en común que corta una parte de la realidad y uno se la da a otro. Decidir qué cortar es importante, es tan importante como decidir cuánto pastel vas a comerte de madrugada sin sentirte mal contigo mismo. ¿Por qué ibas a sentirte mal? ¡Come! Que está rico, joder. Pero luego desayuna, ¿vale?

En fin, el caso. Si escribo un instante recorto un pedacito minúsculo de realidad. Pero lo divertido de la escritura es que puedes alargarlo hasta el infinito. Sí, es probable que una imagen valga más que mil palabras pero mil palabras pueden ser mucho más entretenidas que una imagen. Y conoces el instante del que te hablo.
Es de madrugada, no sabes ni te importa mucho lo que ha pasado pero has llegado a casa, o al menos a un sitio con techo y supuestamente una cama en la que dormir. Y de pronto has tenido un momento de lucidez. Quizá no era de madrugada, sólo espero que sí porque es más divertido, la madrugada es especial... Todo está en silencio y prácticamente puedes sentir como, si no haces mucho ruido, el mundo es tuyo. Puedes incluso caminar en pijama por la calle que nadie te dirá nada. "Mira el raro ese, en pijama" como mucho, de madrugada todo el mundo que está en la calle es raro o está haciendo cosas raras. Divago.
Tienes ese momento de lucidez después de mucho ajetreo, has hecho muchas cosas hoy y sólo querías llegar a algún sitio a acostarte, ¡y mañana será otro día! Pues, adivina qué, estás vivo. Y tu cabeza te lo está diciendo. Has parado por un momento, has mirado por la ventana y has sentido que el mundo era precioso por un breve, muy breve instante. ¡Ese instante! Cógelo con pinzas, que no se rompa. Es probable que hayas visto tu reflejo en la ventana, las luces de la ciudad, un árbol, unos niños, un pajarillo, ¡algo! Qué más da. La cosa gorda es ese instante. ¿Lo conoces?
¿Has vivido esa fotografía?
La de embobarte una eternidad enfrascada en una milésima de segundo.

Quizá la hayas tenido, pero también puede que no. Puede que no te hayas dado cuenta de haber tenido ese instante.

¿Y si, por un instante, pensamos que ese instante tiene razón?

Si quieres hacerte esta foto es muy sencillo, no necesitas cámara. Ve a la cocina, coge tu bebida caliente favorita, viértela con sumo silencio en una taza, la más bonita que tengas y acércate a la ventana. ¡De madrugada, por favor! Y allí, en lo que te tomas la taza te habrás sacado la foto. Es un instante.
Ya sabes.

Esa una foto muy bonita.

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