domingo, 16 de agosto de 2015

Error del sistema


Las ciudades son interesantes. Yo no viviría en una pero, oye, aquí estoy. En una azotea, con el frío del invierno y la mañana, mirando a los tipos que se levantan temprano para ir a trabajar. No son pocos, creía que serían pocos. Yo no me acosté, ¿debería ahora? No sé si tengo sueño, tampoco sé cuántas horas llevo despierto. Hmm… No me quedan cigarros.
-¡Eh! ¡Ted! ¿Tienes algún piti?
-¿Ah…? Yes… I think a have a… haha, a piti… Here.
-Gracias, tío.
Y ahí va Ted. Directo al suelo. No ha aguantado. Pobre. Ya sólo quedamos Susana y yo… Los extranjeros. Ya no sé cuánto aguantaré despierto, veo a Ted, Alex y Marian y me dan algo de envidia. Para ellos esto ya ha acabado. No me jodas, no tengo mechero. No creo que a Marian le importe. Los conozco desde hace nada y me da pena que se hayan dormido, nunca te acostarás sin saber algo nuevo dicen. Tengo debilidad por los ingleses raritos muertos. ¿Dónde estás, Susana? Sólo quedamos tú y yo. Solos tú y yo. Podríamos bailar, me encantaría acostarme con ella. Es preciosa, pero no como una rubia despampanante, no, no, tiene esa belleza real y alcanzable, esa que se mide en la mirada y la sonrisa. Bajita, ojos azules, pelo negro y poco más sé, llevó abrigo todo el tiempo.
No me quejo, yo llevo un abrigo largo negro. Mi cuerpo es un misterio incluso para mí ahora mismo. Susana…

Miro a la gente. Encuentro un panadero abriendo su pequeño local, dos carteros que se separan con un abrazo a hacer sus rondas. Un par de autobuses parados y los autobuseros hablando de Dios sabe qué y unos cuantos camiones de mercancías reponiendo a unas tres tiendas repartidas por la zona. Todo está nevado. Echaba de menos la nieve, en mi casa nunca nieva, sólo nos llueve.
-¡Eh!
Un bolazo de nieve.
-¿Susana?
-Te dije que me llamases Su, idiota.
-Está bien. Volveré a empezar. ¿Su?
-¡Hola!
-¿Qué haces aquí? ¿No crees que es peligroso? Podría… dormirte.
-Si sigues hablando lo lograrás. Dame un piti.
-Cógeselos a Ted, lleva la cajetilla en la mano. Ten, fuego.
-Hmmm. Sabe a gloria… ¿a qué te dedicas?
-Soy… Soy violinista en una pequeña orquesta de mi país.
-No, idiota. Aquí. ¿Qué haces?
-¡Ah! Uh. Eh… miro… Miro a la gente pasar. No sé. Tengo algo de nostalgia. Estos tres ya han caído.
-Sí… ya lo veo. John, Teresa y Shiao también.
-¿Estabas con ellos?
-No, con Shiao. Me lo contó ella antes de recibir un balazo en la frente.
-Vaya… pobre.
-Sí, claro. ¿Y qué les has hecho a esos?
-¿Yo? Nada.
-Venga.
-Se durmieron entre ellos.
-¿De verdad?
-¡Vale! Acabé con Ted, pero Ted con los otros dos.
-Ya decía yo.
Hm. Siento el cañón de su arma en mis costillas. Yo sólo no podía con ella, ¿para qué resistirme? Me dormiría. Ella ganaría. Ella viviría. No me importaba, la miro a los ojos y me alegra que viva. Sólo fumaba, sonreía y miraba la ciudad. Mi última vista, no está mal, me gustaría ver las montañas pero no me quejo; esto tampoco está tan mal. Lo único que me estaba matando era la incertidumbre. ¿Cuándo lo haría?
-Verás… ¿por… por qué no podemos vivir los dos?
-¿Qué?
Eso sí que me ha sorprendido.
-¿Por qué sonríes? Te estoy apuntando con un arma, vas a dormirte. Para siempre. No despertarás. ¿Lo entiendes? Nunca más. Dejarás de existir. ¿Por qué sonríes?
-Porque tú seguirás viva.
-¿Eso es todo?
-Eso es todo.
-Estás muy, muy cansado.
¿Yo, cansado? Sí, podría decir que sí. Estoy realmente cansado. Me vendría bien el descanso que había al otro lado de sus dedos. Frío metal pesado. ¿Cuándo disparará? Lo estoy esperando.
-Sí. Estoy cansado. Cansado de correr, cansado de este mundo. ¿Por qué no disparas de una vez?
-¿Qué te cansa del mundo?
-¿Eh?
-Dímelo.
-… por dónde empezar. Que nadie entienda a nadie, mayormente. Creen que lo hacen pero tú les has visto, vemos mejor que ellos. No se entienden, ni se escuchan, ni quieren saber nada de los demás. Son egoístas. No soportan tener a nadie cerca, tienen miedo, y no soportan su realidad. Luchan cada día contra el mundo. Un mundo que creen controlar y comprender. Estoy harto. Si me duermes no volveré a ver al mundo. El mundo me deprime.
-¡Pero, mira a esos dos ancianos! Van cogidos de la mano. Se quieren. Hablas mucho, pero no has visto casi nada. Te niegas a ver porque tienes miedo de que no te guste lo que ves. Eres como ellos.
-No… yo…
-Cállate.
-Bueno.
-¿Qué crees que me pasará? Ya sabes, cuando te… duerma.
-Ni lo sé ni me importa.
-¡Oye!
-¿Qué? Vas a acabar conmigo, no tengo por qué ser amable contigo.
-¿Y si cuando acabe contigo acabo conmigo?
-Entonces serás injusta con ellos.
Señalé a los tres cadáveres que tenía tras de mí. Empezaba a cubrirlos la nieve.
-¿Y si estoy cansada de este mundo?
-¿Entonces por qué te metiste en esto?
-No… ¡No lo sé! Quería estar viva. Quería… ya sabes.
-Sí… lo sé.

-¿Y si nos lanzamos? Los dos. Ahora. Al vacío.