lunes, 8 de junio de 2015

Entrevista a Esteban.


-Em... buenos días, señor Ramírez, ¿cierto? ¿Esteban Ramírez?
-Sí, así es.
-Bien. Bueno, ¿sabe por qué está aquí?
-No estoy del todo seguro, si le soy sincero.
-No lo sabe... Hm... Vale, bien, bien. Hábleme un poco de usted.
-Soy... Esteban Ramírez, nací y crecí en un pequeño pueblo de Madrid y a los veintiocho me mudé a la capital para buscarme un poco la vida.
-¿Cuántos años tiene?
-Cuarenta y seis.
-Cuarenta y seis... bien. ¿Cómo se ganó la vida?
-Al principio fui recadero.
-¿Recadero?
-Sí, recadero. Mensajero. Me pagaban por entregar recados y mensajes.
-¿Entre quienes?
-Entre quien lo necesitase.
-Ahá, bien. Hábleme de sus jefes habituales.
-Querían que pasase droga. ¿Eso era lo que quería oír? Pasaba droga. Era recadero de coca y caballo mayormente. Y no le pienso decir ningún nombre.
-¿Por qué lo hacía?
-Pagaban bien y no hacía daño a nadie.
-¿No hacía daño a nadie?
-No directamente.
-¿Por qué le importaba no hacer daño a nadie?
-Porque no me gusta hacer daño a nadie.
-Ya... bueno, ¿hay alguna otra razón?
-No.
-Entonces déjame contarte una historia, Esteban. Un chico de veinti-pocos descubre una casa abandonada en mitad del campo y la ve como un lugar perfecto para estar alejado de su familia, del ruido, de la vida. Se siente incomprendido y siente que no puede cumplir sus sueños. ¿Tú con qué sueñas, Esteban?
-Con nada.
-¿Ni pesadillas?
-Ni pesadillas.
-¿No recuerdas sus caras? ¿Ni los gritos? Ah, no, se me olvidaba. Les tapaste la boca con cinta americana. No pudieron gritar.
-Cállese.
-No, Esteban. Esas niñas tenían toda la vida por delante.
-¿Era por eso? ¿Por eso estoy aquí? No joda, ¿quiere? Eso pasó hace más de veinte años.
-¿Por qué lo hizo?
-Usted ya lo ha dicho.
-Señor Ramírez...
-¡No me venga con gilipolleces! ¿Qué coño se cree?
-Y un monstruo es monstruo para siempre, ¿no?
-No tengo la culpa de ser quien soy.
-Pero sí de sus decisiones y acciones.
-¿Por qué culpa al viento de soplar?
-Hay una diferencia, señor Ramírez. El viento no le hace eso a dos niñas.
-¿Quiere que me enfade de verdad? ¿De verdad lo quiere?
-Quiero que sienta la culpa de sus acciones. Quiero que se mire al espejo y vea en qué se ha convertido.
-¡¿Te crees que no lo sé?! ¡¿Acaso crees que elegí ser lo que soy?! No, señor, no. Eres un gilipollas con miedo. Mucho miedo. ¡Apestas a miedo!
-...
-Tienes miedo a encontrar una verdad que no puedes comprender.
-Señor Ramírez, tranquilícese.
-Sí, señor, aquí todos nos vamos a tranquilizar, ya lo creo que sí.

...