domingo, 26 de mayo de 2013

Se encontró en la lluvia

La lluvia le traía recuerdos. Recuerdos de aquel que tanto la dañó. 
Era un sentimiento agridulce, sabía que era él el principio de todos sus males, sabía que fue él quien la llevó hasta sus extremos, sabía que era él quien la incomodaba. Supo que él no podía seguir así. 

Pero... ¿era él mejor a la soledad? Aún lo echa de menos, como quien echa de menos una cerradura o los sermones de una madre. Aún tiene recuerdos de su adiós, fue bajo la lluvia. 
Ella llevaba perturbada todo el día por miedos, por decisiones indefinidamente indecisas. No traía su paraguas. Ya tenía veinte años y aún le alegraba pisar los charcos. Atardecía, era primavera y la noche era clara como una mañana en la mar. Tenía veinte años y nunca se había atrevido a ser ella misma, siempre guardaba algo, algo que él no quería que mostrase a nadie. No podía aguantarlo más años dentro, tenía que salir, tenía que sentir un abrazo de verdad. Caminaba con las uñas clavadas en su palma, los dientes apretados y furiosos, la cabeza mirando al suelo, las lágrimas saliendo y él preguntando "¿qué ocurre?" Como si no lo supiera, como si no supiera que era la causa de todo.


Por fin se detuvo frente a un banco de madera, era viejo y nunca había estado allí, "un sitio nuevo es perfecto para una despedida" se dijo. Lo sentó junto a ella, lo miró a los ojos y le dijo: "Largo". Él estaba confundido, no se enteraba de nada, o fingía no hacerlo para quizá poder interactuar más con ella, pero ella sabía sus tretas. "Ya sabes qué ocurre, no lo soporto más, no te soporto más, no puedo seguir guardando todo esto. Necesito sentirlo. Necesito ser yo de nuevo y para siempre, no importa lo que venga, ya no tengo miedo. Ya no te tengo miedo". Hasta ella se estremeció de sus palabras. 

Él miró hacia el cielo, las gotas le golpeaban los párpados y de su pelo caían como rocío. La cogió de las manos, la miró a los ojos y pronunció las palabras que ella no esperaría de alguien así: 

"Por fin te diste cuenta de lo que quieres. Tardaste veinte años pero lo has logrado. Mi existencia ya no tiene sentido así que... desapareceré. Ha sido un auténtico placer ser lo que siempre quisiste que fuera. Disfruta el resto de tu vida como has aprendido".

Y sonrío mientras se desvanecía. 


Ella... superó su miedo a ella misma. Y si un personaje de un cuento pudo, ¿por qué tú no?

Este tipo
Desde tu cafetería más cercana, callado
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domingo, 19 de mayo de 2013

Visiones de un paranoico


A veces tenía la sensación de que algo me seguía por los lugares donde no miraba, los lugares donde mi vista se emborronaba, esas imágenes a las que no hago caso. 
Sentía como una sombra que se aproximaba sin quererlo a mí, como algo que veía de refilón muy de vez en cuando. Aquello que al mirarlo directamente se convertía en una señal de tráfico, el tronco de un árbol, una papelera o lo que su imaginación le permita. Un ser escurridizo acechando entre la oscuridad de la visión. 
También puede que sea un paranoico. Esa sería la respuesta fácil. 

Desayuno cada sábado en la misma cafetería. Voy temprano, con el aire frío matinal, ese frío que llega a los huesos aún en verano. Suelo pedir unas barritas de pan con aceite, las hacen crujientes y al punto perfecto, pido las barritas y un café con leche y dos sobres de azúcar, no soy de sabores amargos -aunque si el café lo preparo yo no le echo nada de azúcar por pereza, todo sea dicho- y, además, en esta cafetería todo sale bastante bien de precio. Es uno de esos lugares que uno encuentra formidable una vez lleva un tiempo viviendo por sus alrededores; después de probar en varias cafeterías encuentras una de ellas que te resulta perfecta y la conviertes en ritual, por tanto, en una parte de tu vida, es bonito en cierta manera. Allí me dedico a escribir opiniones, a hablar con viejos conocidos, a encontrar titubeos y a acordarme de las estrellas que vi el viernes. 

Un tercer sábado de mes desayuné con un tipo, cuenta historias que él mismo ilustra, fue extraño y a veces era fascinante porque su cabeza estaba repleta de mundos bizarros y fantásticos. Una mente sorprendente, desde luego. Íbamos por el segundo café cuando sin venir a cuento se quedó callado y sus ojos enmudecieron, sólo exhaló  "quien te sigue está al otro lado de la calle", sentí paralizarse y entumecerse toda mi columna vertebral mientras apretaba mis mandíbulas. No le había contado nada a él de mis paranoias y mucho menos encontraba darle sentido a ellas o a esta situación, pero me decidí a mirar por la ventana y asomar mi mirada al otro lado de la carretera; encontré una parada de autobús y a una mujer de pelo negro, sonrisa maliciosa y aún sin ver sus ojos sentía su mirada en mi garganta, lo más raro fue que llevaba un globo a medio gas. 



Pasó un autobús que con sus frenos nos despertó a los dos del ensueño. 

Ambos nos miramos atónitos y volvimos a mirar a la calle, el autobús se había llevado a la chica. "¿Cómo sabías eso?" Dije, no esperaba respuesta, sólo pregunté como salida, como medio de escape a tanta incongruencia. Me sorprendí aún más esa mañana cuando escuché una voz profunda saliendo de él:
"Porque sus ojos te conocían, su mirada no iba a hacia mí, sus parpadeos gritaban tu nombre y su respiración te ansiaba. 
¿Qué puede querer de ti? Eso te preguntas. La respuesta la conoces, la respuesta es la misma que la de todos los que te buscan. Lo peor que puedes hacer es tenerla miedo, lo peor que puedes hacer es dejar de pensar en ella, es ignorarla y seguir como si nada pasase. No siempre que alguien te necesita lo dice a tus oídos con la claridad de los ríos de monte y eso lo sabes tú mejor que nadie en este lugar. 
No la temas. Después de todo, ella sueña."

<<Ella sueña.>>

No sabría decir aún a día de hoy el porqué, pero creí, creo y seguramente crea cada una de sus palabras. "Ella sueña..." me repetía para mis adentros. Lo creí tan cierto, lo creí con una certeza tan absoluta... Debía conocerla, pero ¿cómo llamarla? 
Ella sueña... Sí, ella sueña.



-Ella Sueña-

Anónimo
Desde mis sueños hasta tu pantalla
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domingo, 12 de mayo de 2013

Mapas de estrellas

¿Crees en la eternidad? ¿En el destino? ¿Cómo puedes hacerlo?

Improbable.

Eso me dijo ella la última vez que la vi, no podría ser una mejor respuesta de alguien como ella. Cierto es que tiene su parte de razón, ¿quién podría creer en la eternidad de las cosas? ¿En la eternidad de un nombre? ¿En la eternidad de una acción? ¿Quién podría creer en la eternidad del amor?

Si a mí me preguntas... Tengo tu nombre, tu quién, y es una respuesta la mar de sencilla he de decir: nadie. Nadie puede creer en la eternidad, porque quien dice creer se equivoca, no lo cree. Lo Sabe.
Son esas cosas de las que el ser humano no es capaz de escapar, no del todo, porque está encima de su control. El destino no es más que una ilusión, el destino está marcado en todas las estrellas que hemos pisado, y son muchas. Guiarse por ellas no es ningún error porque tú mismo las pusiste ahí.

El viejo Zarf lo sabía muy bien. Era un esclavo de las tierras del norte, mucho después de la caída de todas las civilizaciones hoy existentes, fue después de la guerra entre los progenitores y los influyentes y un poco antes del cuarto resurgimiento que ellos llamarían primero. ¿Cuándo, preguntas? Tranquilo, no vivirás para conocer al viejo Zarf.

Tienes que saber que todas las realidades del hombre, del espacio y del universo están ligadas a una cosa: la naturaleza y ella trabaja con patrones, patrones invisibles al hombre, patrones preciosos para lo inmortal. Los sueños, los deseos, los destinos y las estrellas no son más que patrones, repitiéndose una y otra vez a lo largo del espacio y del tiempo. Traen alegría, traen tristeza y a veces traen caramelos. Las liebres correrán por el monte y por el mar las sardinas y... Tra. La. Rá.

Este tipo
Desde tu cafetería más cercana, callado
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jueves, 9 de mayo de 2013

Las memorias de un momento

Durante mis viajes he encontrado a tipos interesantes, por supuesto. Algunos más que otros, eso es evidente. Pocos como el señor Bramsüflher. Esta es su historia, y por su bien, atento amigo, le llamaré Bramie(así le llamaba yo), porque sé que Bramsüflher es el nombre más olvidable que probablemente lea hoy.

Sitúese en Norcorea... perdón, esta información no le sirve. Sitúese en el año 1215 después de Metatron... Esto tampoco le sirve demasiado, ¿verdad?
Está bien, probemos con: sitúese en un bosque donde la magia que usted conoce de los cuentos es cierta, donde las hadas se han encarnado en sirenas hambrientas por la animal carne, donde los centauros, ya no tan extremistas, residen en ciudadelas de jade, en armonía con el resto de especies, donde los hombres se han dedicado a controlar la realidad del planeta tierra desde sus portentosas naves y sus estaciones espacio-temporales, donde los duendes conceden deseos, donde los genios o djinns fueron traídos a este plano de la realidad y donde los trasgos son los principales dueños de una gran corporación de comercio a nivel interprovincial.
Oh, se me olvidó mencionar que el planeta tiene menos del cincuenta por ciento de la tierra que tiene en el año en el que es escrito esto.

Bramie es uno de los naturalistas. Ellos son un grupo reducido de personas que decidieron no evolucionar, querían seguir sintiendo los cuentos, las estrellas, las grandes preguntas, el afecto y el amor. El señor Bramie era un hombre bastante mayor para cuando lo conocí, era un gran abuelo y como tal, le encantaba charlar bajo las estrellas sobre los tiempos que él tuvo que pasar, bien porque todos los señores mayores lo hacen bien porque a un niño le encanta escuchar lo que pasó y pasará, lo que pasa es tarea del propio niño descubrirlo.

Bramie me contó montones de historias. Muchas de su lucha contra leyendas como la de la sirena que se alimentaba de la imaginación de los niños, como la leyenda del cruce continental cuando lucharon contra la vieja ballena de los mares del oeste o como el descubrimiento de la antigua pirámide de obsidiana. 



Yo no os puedo contar estas historias, son suyas, lo siento. Sólo os diré que a veces escuchar es mejor que contar, que apreciar a veces es mejor que crear y que... No buscar es, casi siempre, mucho mejor querer encontrar. 


κοράκι
Aún no he vuelto
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domingo, 5 de mayo de 2013

Varias entradas para una misma puerta

Es hora de un cuento, ¡claro! Cómo no. Es agradable saber que cuando escribes cada una de las palabras que tú mismo conjuras sabes que alguien, en algún lugar y en algún momento, las leerá y obtendrá los sentimientos que tú quisiste que tuviera.
Somos cajas de secretos los cuenta cuentos, no lo olvides. Sabemos más de lo que sabemos y creemos en más de lo que cualquier persona podría creer. ¡Claro! Si no... No seríamos más que meros destellos que dijeron ser aquello que nunca fue.

Pues bien, ¿quieres un secreto? Este es uno. Esta es la historia de un joven adolescente. El año es poco importante, pues esta historia ya la conoces y ya la has visto, escuchado, recordado y vivido.
Este chico descubrió algo, algo maravilloso, pero sólo maravilloso para él, como sólo son los mejores tesoros. Descubrió lo mucho que le encantaba, lo mucho que podría ser eso durante años y años sin cansarse. Pero, por una razón u otra tuvo que esconderlo, esconderlo como su más preciado afecto y recuerdo, no quería que nadie lo pudiese romper. Encerrarlo y cavarlo en lo más profundo que pudo encontrar. Ahora hay tres versiones:

En la primera, el chico de vez en cuando visita su tesoro, deja empaparse por su luz y sonríe de nuevo. Sonríe en ese mar gris en del que protege sus recuerdos. Él es el refugio de su tesoro. Él es el guardián de su tesoro.

La segunda versión es algo más trágica desde mi propio punto de vista: el chico entierra su tesoro tan profundo que no es capaz ni de sentirlo, lo pierde en el mar con el ancla que le puso y el ser humano necesita la constancia de la memoria para recordarlo. No lo recordará más, seguirá su rumbo sin la brújula que perdió, ¿a dónde irá? A donde le lleve el viento, por supuesto.



La tercera versión es especial. Ocurre pocas veces y es grandilocuente. En esta versión el chico deja a un lado todo lo que él cree y se guía por lo que sabe. Saca el tesoro de su desván, lo saca a la luz del sol y su sonrisa colorea la realidad que lo rodea. Su tesoro ahora está expuesto pero es un "loco" y lo arriesga todo a un último disparo. En esta historia a veces acierta y en otras no. El todo o nada que no le puede dejar mejor sabor de boca.

                             
                                   


Y el resto del cuento es Historia. Con mayúscula. ¿Existieron las palabras que la grabaron? Quizá sí, quizá no, pero la Historia es inherente al tiempo, sea grabada o no.

¿Cómo sé que ya conoces ese cuento? Bueno, simple y llanamente... porque puedes sentir la lluvia en tu piel.

Este Tipo
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