domingo, 28 de abril de 2013

Cristalización regular


Recuerdo la historia de un tipo, no era de este tiempo, ni de cualquier otro que conozcas. Era de un futuro aún lejano al tuyo pero también era pasado. El tiempo allí está tergiversado por los versos de una alegre eternidad que jugó a ser eterna. Aquel hombre era un viajero, un viajero del tiempo, ya que viajar por el espacio es imposible allí. Para que entiendas lo que te quiero decir imagina un mundo que a diferencia del tuyo donde el tiempo corre y tú te mueves en el espacio, allí el espacio corre y tú te mueves por el tiempo. 
Nunca salgas de casa sin un lápiz para apuntar. 

Aquel viajero se dedicaba a mostrar en su feria ambulante las maravillas que encontraba en sus viajes. Desde volcanes en miniatura hasta frutas mecánicas. Árboles de stracciatella y navajas de agua. Plumas que escribían con fuego y reglas de medición esférica. Recetas para hacer baguettes y plátanos con lunares. 
Todos se asombraban. En cuanto a él, sí, era un tipo singular, jamás vi a nadie igual. Era amable, como todo viajero viejo, y siempre llevaba globos de más para niños solitarios que tuvieran ganas de jugar. Era alto, erguido, recto y perspicaz, con una gabardina negra, nariz afilada, gafas redondas y un sombrero con plumas de colores, "regalos de otro lugar" decía si le preguntabas. 
Vendía y mostraba, traía diversión y alguna vez algo más, pero suspiraba cada vez que volvía al flujo del viento temporal. Añoraba la aventura con la que consiguió todo aquello, pero era difícil, ya nada era igual. Habían pasado muchos lugares, ya no creía que le quedase nada más por estar. 

El último pueblo que tuvo la suerte de visitar fue una sorpresa singular, encontró a un niño con cara de que en él se puede confiar, apenas se había movido, un millar de kilómetros, poco más, un niño bonito pero con cara de guardar y esconder más de lo que mostraba y contaba. El niño hizo un trueque con el viajero, la pluma de un cuervo por una llave sin par. Era de su abuelo y no sabía qué abría pero creía mejor que la tuviera alguien que la fuese a usar más que él, un niño que sólo quería prosperar. La llave era un cubo geométrico, de oro apagado, un poco mellado y reflejaba todo lo que no se debe reflejar. Fue algo que el viajero no pudo rechazar. 
Las leyendas de aquel lugar contaban que en horas lejanas se escondía una mazmorra especial, llena de tesoros que se escondieron tiempo atrás, preparados para encontrarse con todo aquel con la ambición suficiente como para recogerlos y compartirlos. Con sus ya marcados pasos, el viejo se adentró entre bosques y colinas, desiertos y alguna ciénaga, siempre con un mapa inventado, los consejos del cielo y los olores de las dunas en todas sus formas, tamaños y colores. 

Cuando acampaba encendía un fuego púrpura, el cual calienta más que el fuego que tú conoces, pero claro, éste necesita dejar de crepitar. Allí cogía la llave y reflejaba sus pupilas en ella, veía todo aquello que no se debe reflejar, como los secretos que nunca se han de contar o el conocimiento que siempre se ha de sellar. Entonces la arrojaba al fuego y este volvía a crepitar, como si fuera un objeto del otro mundo que jamás pisó. 

Por fin llegó a la puerta de aquella mazmorra, después de andar a través kilómetros y arenas que no dejaban nunca de caer. Entonces lo vio, glifos viejos, glifos de otros lugares parados ante él, como un espectáculo de poca gracia y mucha risa que le indicaban los escondites ocultos de la mazmorra y lo que nunca debería hacerse: abrirse. 
Me encontré con él, yo buscaba lo mismo, no tenía llave pero buscaba momentos, estaba haciendo un mapa con ellos. Me explicó su historia, que debí apuntar en algún sitio. Le di una pluma de cuervo y él me dio la llave, me dijo que sería la decisión de un ser diurno y nocturno, no suya. 

Lo vi alejarse por el horizonte, un buen viajero que caminó hacia donde ya no se recuerdan memorias. Cuando llegué comprendí por qué me dio la llave, tengo nombre de custodio y, claro, es algo que soy, aún llevo conmigo esa llave, la venderé por una pluma de cuervo para aquel que quiera abrir la mazmorra. 

Pero han de saber una cosa, las mazmorras se diseñan para encerrar. Las llaves se diseñan para tomar decisiones y para prometer una bifurcación de futuros. Y los viajeros existen para que el flujo de las cosas nunca deje de cambiar.

κοράκι

Aún no he vuelto
Historias Irrelevantes

Ilustración por Emel En Su Mundo

domingo, 21 de abril de 2013

Carta a un idiota que vive en donde pone mi buzón

Historias, cortas y largas. Todas tienen una mayúscula al principio y un punto al final siempre que sean historias reales, o inventadas o quizá incluso ficticias. ¡Pero todas son historias! ¿En un mundo al revés  empezarían por un punto? ¿Quién sabe? ¡Hay tantas cosas que no sé! ¿Cuántos bigotes tiene una morsa?  ¿Cuál es el teléfono de una mancha solar? ¿Cuántos años tarda una flor en ser alguien en la vida de una adolescente? ¿Cuántas últimas páginas tiene un libro? ¿Cuántos jugadores de ajedrez juegan a las damas a escondidas? ¿Y cuántas estrellas te miran a ti y cuántas me miran a mí? 



Preguntas raras, preguntas absurdas, no llevan a ningún sitio, ¿o tal vez sí? Son como una galaxia, toda una nube de esferas brillantes listas para dar calor y hogar a cientos de miles de millones de billones de seres, ¡e incluso más! ¿Estas galaxias son como las preguntas absurdas? ¡Claro! Ambas son una niebla espesa de cosas solitarias sin aparente conexión que se mueven en sinfonías siderales, cosas y cosas y montones de cosas, como los desvanes que nunca se ordenan... pero a veces encontramos exactamente lo que buscamos, ¡son tan grandes! Es frenético darse cuenta de la grandeza que se esconde en preguntas como ¿a qué sabe el helado de teléfono verde? ¿No te has dado cuenta aún? ¡Claro que no! ¿Quién podría? Alguien con tiempo, eso seguro, pero ¿quién lo tiene hoy en día? Nadie. Quizá un viajero, pero no un viajero del tiempo eso desde luego. ¿Por qué? Porque se pierde mucho tiempo viajando en el tiempo, todo el tiempo viajando de este tiempo a este sin pensar qué tiempo va a hacer, así siempre vas cargado con un paraguas y ¡oh! Un reloj de bolsillo, por supuesto. 
Me voy por las ramas, mis disculpas. ¡Un viajero tiene tiempo sin duda! Porque viajar por el espacio, y créame cuando le cuento esto, viajar por el espacio es una gran pérdida de tiempo, el cual puede mantener ocupado dándole una revista, un vídeo musical, un videojuego o un libro de Kafka. Está bien, eso último no, les aburriría un poco y les distraería de su tarea que planteé al principio: descubrir la grandeza de las preguntas absurdas. ¿Por qué no decimos "está mal" en lugar de "está bien"? De pronto la raza humana es optimista, ¿o no? ¡Perdón, perdón!


Si no piense en un café, el café ese que ve cada mañana. ¿Lo ve o sólo lo bebe? Supondré que lo ve también, no me quiero enfadar con usted tan pronto. ¿Ve la espuma? ¿No ve que es una isla barra archipiélago barra península barra continente? ¿Habrá vida? ¿Habrán descubierto la penicilina o cuántos caminos ha de recorrer un hombre? Quizá sean 42 ó 43, más o menos por ahí debe andar la respuesta o eso leí una vez. Creo que era una novela de ficción, quizá no. Quizá que yo lea sea una obra de ficción y que lo que lea sea la realidad. ¡Quizá usted está leyendo la realidad mientras se encuentra en el sueño de otro ser pandimensional e hiperinteligente con capacidad suficiente como para albergar un universo regido por reglas de una física cuyos habitantes no son capaces de comprender atrapándolos en la mayor ironía jamás vista! O quizá esté usted leyendo una pantalla de un aparato electrónico. En tal caso ha usted de saber que cuando vea algo amarillo no es realmente amarillo y su cerebro le está gastando una broma, ninguna pantalla tiene amarillo, el amarillo es el color de los locos y usted no lo está, o quizá no lo está aún. ¿Quién está más loco en un cementerio de topos? Me alejo de la cuestión principal una vez más, me disculpo otra vez. La grandeza de las preguntas absurdas, ¿se dio cuenta ya?

Digo grandeza pero no es importancia, relevancia, jerarquía o impertinencias similares, es por lo grande y basta y gigante e inmensa que es la pregunta. Aunque como todas las botellas, es más estrecha en el final. 

Viaje un poco, con su cabeza, se dará cuenta de cosas fascinantes y aunque no aprenda ni entienda nada nuevo, la comprensión del universo es algo que hace que le brillen los ojos a uno. Y quizá, sólo quizá, comprenda por qué hay gente que corre entre la lluvia cuando el sol los acaricia.



Este Tipo
Desde tu cafetería más cercana, callado
Historias Irrelevantes

domingo, 14 de abril de 2013

Mundos adversos más allá de los ojos de un muerto


Solía vivir en un mundo sencillo. Un mundo en el que lo que estaba bien era el bien y lo que estaba mal era el mal. Un mundo simple donde las cosas las conocías. Solía vivir en un mundo ideal, un mundo donde la gente sabía y hacía lo que sabían hacer. Donde quería lo que amaba y amaba lo que quería. Donde la claridad dejaba ver donde estás y quien eres sin temor a equivocarte. En ese mundo no se me podía comparar, no era ni mejor, ni peor, ni igual. Era un mundo ideal. Aprendí que nada es para siempre, puede que sea verdad.
Ese mundo se deshizo como polvo en el desierto, sin encontrar ningún puerto al que llegar salvo el olvido... El culpable soy yo mismo. 

El mundo lo vi plano, lo vi positivo o negativo y nada más, lo vi como algo demasiado aburrido y lo quise mejorar. Cambiar las reglas. Me dijeron que no era una buena idea, que era algo que no debía hacerse, nadie escucha y yo no soy excepciones. Lo transformé en un mundo complejo, lleno de niebla y caminos en espiral que conducen a realidades que no entenderé jamás. 



Este mundo ya no es mío, antes las cosas existían sin mí, siempre lo hicieron y lo harían después. Todo tenía su lugar, la Luna iba en el círculo, el queso en el triángulo, las cajas de zapatos en el rectángulo. Jamás volveré a saber qué es eso. 
La gente comienza a juzgarme, como algo irreal, algo que a lo que oír pero no escuchar, soy difícil de comprender y no se van a molestar en conocer lo que no conocen. Puede que lo sea, yo ya no lo sé, la duda corroe todo mi ser como la serpiente que es en mi madriguera. 

A veces me gusta olvidar, como algo que no seré, fui y quizá sea. Recordarme sería inútil y me movería con vendas en los ojos para poder sonreír de nuevo... 

Este mundo es doloroso. Aunque hay cosas que no se pueden medir, ni comparar, ¡como antes! La parte triste es que, aquello que tiene esa capacidad, son cosas como el dolor que se siente al saber que todo lo que amaste no era amor sino ciega dependencia, o el dolor que da darse cuenta de que la seguridad de saber qué ocurre y qué sientes es algo que jamás volverás a conocer o cuántos puñales te clava la soledad cuando llega el invierno y tu contestador muere por dentro al no llegarle ninguna llamada. 
Es un camino de zarzas, lleno de cadáveres que no saben por qué han entrado o qué hacen ahí, se ve oscuro como los intestinos de un demonio, se ve terrorífico como la mirada de un espectro, se siente frío como el corazón de los que allí vivimos. 

Pero... ¡hey! No todo es tan inhumano. De vez en cuando miro hacia arriba y veo los cielos que antes no podía ver, llenos de fuego, color, amigos y luz, y créeme cuando digo que las zarzas no duelen mientras sepas que ese cielo está sobre tu cabeza. 

Este tipo
Desde tu cafetería más cercana, callado
Historias Irrelevantes


Ilustración cedida por Eme Entrópica

domingo, 7 de abril de 2013

Techos Inalcanzables

En las zonas del norte del antiguo Occidente se creía en toda clase de seres olvidados, de hazañas nunca realizadas, de héroes no escritos, de criaturas de poderes viejos, de estrellas invisibles y de palabras inexistentes. Los brujos de entonces comenzaban a usar alquimias y magias propias. Los dioses eran salvajes demonios, los ángeles animales guía y los osos espíritus de viejos chamanes que no quisieron acabar tan pronto su existencia. 

Los poblados de la aurora boreal eran guardianes de sus propios secretos y entre ellos la aurora boreal. La aurora, junto a la tormenta, tuvo una hija la cual confió a un lago secreto custodiado por las mujeres escandinavas. A partir de su magia, astucia e ingenio mantenían alejados a todo aquel curioso, viajero, enemigo y extraño de la bella hija de aquella que se ve cada noche. Se cuenta que de su sangre brotaba el más rico de los néctares y de sus lianas colgaba el más suave de los tejidos. Las custodias lo sabían bien, su prueba más dura era abstenerse de todo eso. 
Esto se decía entonces:

"De entre todas las mujeres la hija de la única diosa nacerá inmortal entre aguas de eternidad y de ella brotará el color que nunca se apaga. Así se custodie por siempre hasta que el fuego que no hace sombra aniquile a los dioses".

Una noche de solsticio una de las guardianas entre la mirada de las Lunas le arrancó un brazo a la nacida del crepúsculo matutino y huyó con ello. Nadie podía escapar de los astros entonces, ni en sueños. No hay escritos que hablen de ella o de qué le sucedió pero el brazo retornó con el tiempo, "siempre lo hace". Más incidentes ocurrieron, el ser humano nunca fue ni es perfecto, ni siquiera entonces, pero todo retornó siempre, como una constante en el tiempo. Como algo custodiado incluso del cambio. Imperecedero. Eterno. Inmortal.

El lago sigue siendo un misterio, nadie sabe si existe, su localización, si esta leyenda es falsa o verdadera, si es cierto que ellas lo siguen custodiando. Mi conocimiento no llega hasta tanto, puede que algún día alguien me traiga un libro al respecto, hasta entonces, siempre pensaré que entre los inviernos perpetuos un árbol eterno se esconde entre aguas de cristal bajo la atenta mirada de la dama nocturna de los mil colores, como una joya entre los mapas. 



Larry
Desde la casa de los mitos olvidados
Historias Irrelevantes


Ilustración cedida por Eme Entrópica