lunes, 23 de diciembre de 2013

Noches lluviosas

Las historias de fantasía son a veces preciosas, nos hacen recordar qué es la realidad, nos hacen soñar, nos hacen imaginar otros mundos, nos hacen creer. Creer es importante a veces, o eso me decía mi madre. La echo de menos, murió hace cinco años y aún escucho su voz por casa. Mi hermana dice que estoy loca, creo nunca se llevaron bien. Hoy ya he hecho la compra y ahora me toca ir a trabajar, alguien ha de hacerse cargo de la casa. Y de la pequeñaja. Y de la abuela. 
Justo cuando salgo se pone a llover, no importa, llevo paraguas aunque adiós a mis deportivas, al menos la parada del autobús está techada. Oh, un chico está leyendo "La guía del autoestopista galáctico", por cómo va le pega leerla. Sonrío. No me ve. Subo despreocupada y pongo rumbo al restaurante de la esquina. Mi abuela sabe cocinar, ojalá la contratasen, todo sería mucho más divertido con ella aquí dentro. Cuando salgo sigue lloviendo, extraño, pero así son las tormentas de verano, nunca sabes cuándo vendrán ni cuándo se irán. Entro a trabajar... 

Llevan cuatro días lloviendo sin parar. Mi hermana dice que ha leído en Internet que "estamos asolados por una nube gigante que no hay viento que la mueva". Mientras no lleve encima todo el Océano Pacífico a mí me da igual. Por suerte los sábados no trabajo. La abuela piensa que es un castigo de algún dios vengativo. Yo prefiero no pensar, le contesto tirada en el sofá. Miro el móvil. No, nadie me ha hablado. 

Y después de una semana lloviendo aquí seguimos, ahora encerradas, no se puede salir, el agua nos cubre medio metro en la calle. Se comienza a barajar los servicios de rescate, pero claro, rescatar toda una ciudad... es complicado. O eso me creo. Lo supongo, al menos. De vez en cuando escucho helicópteros, son del canal nacional casi todos, nadie quiere perderse "La ciudad inundada", así nos llama mi hermana. 
La abuela sigue creyendo que esto no es natural y que dentro de poco tomará cartas en el asunto, me da miedo cuando dice esas cosas, mamá la entendía pero yo no. Aunque siempre me lo tomo en broma esta vez está muy seria y no sé muy bien cómo reaccionar. 

A la semana y media vinieron en lanchas y helicópteros miembros de los servicios de emergencias y voluntarios a evacuar la ciudad. Mi hermana y yo quisimos coger lo imprescindible y meterlo todo en una maleta, dejamos la habitación vacía, ninguna quería ceder. Ese día mi abuela no estaba en casa, no sabía a dónde se podría haber ido, tampoco a dónde podría físicamente haber ido pues el agua casi llegaba a nuestro rellano. Los servicios de emergencias se impacientaban y tuvimos que irnos, yo no miré atrás, mi hermana no hacía más que gritar "¡abuelita!, ¡abuelita!, ¡¿dónde estás abuelita?!". Yo no podía para de llorar. Primero mamá, ahora la abuela. 
Nos llevaron a un campamento de refugiados a unos kilómetros de la ciudad. Los acababan de montar pero debido a que no hubo demasiados heridos no hubo muchos problemas. Nuestra catástrofe fue por una lluvia que caía casi verticalmente por lo que no hubo casi riadas ni mareas y todos permanecimos en nuestras casas. 

Un mes más tarde nos conseguimos instalar en un pequeño barrio del suburbio, estábamos casi en la periferia, los servicios sociales me encontraron un trabajo de camarera, el mismo que ya tenía, mi nuevo jefe cobraba por tenerme allí debido a una subvención así que no puso ninguna objeción. Mi hermana tuvo algunos problemas para adaptarse al nuevo colegio pero se acostumbró, es una chica fuerte. 

Ya han pasado cuatro años, sigo echando de menos a mamá con sus manías y a la abuela con sus delirios. La peque ya no es tan pequeña y ahora le molesta que la llame así delante de sus amigos, yo por mi parte conseguí un ascenso a jefa de camareros y encontré un novio maravilloso. Creo que por fin mi vida se asienta, creo que ya era hora, no he tenido una vida tranquila. Muchos la han tenido peor que yo, seguro, pero, tan sólo, quisiera tener a quien abrazar por las noches sin sentir que mi mundo se vaya a desvanecer al día siguiente...



Han pasado treinta años desde lo del diluvio. No me quejo de la vida que escogí. Me gustó aunque fue solitaria. Mi peque ahora se casó con un tipo un tanto extraño y se fue a vivir al norte, de vez en cuando me llama aunque casi no nos podemos ver. Mi trabajo de administrativa me tiene ocupada casi siempre, pero ayer lo dejé, no podía soportarlo más. Llevo en la inconsciencia toda mi vida y ya es hora de que tome cartas en el asunto. Me dirigí a mi ciudad, a La Ciudad Inundada, ahora parque natural. Hablé con los guardas de allí, resultó que uno de los biólogos que trabajaban allí era un viejo amigo mío de la infancia por lo que no me resultó difícil convencerlo de que quería llegar hasta mi antigua casa. Me dejó a la altura de mi ventana, me dijo que me recogería en unos veinte minutos que tenía que hacer unos análisis de no sé qué zona. Vivo en un tercero. 
Dentro escucho gente, me parece imposible, no puede ser. ¿Me volví loca de verdad? Me estaban esperando. Son mi madre y mi abuela. No puede ser. ¿Qué? Fuera llueve. Que no. Esto no es real. Nada de esto lo es. ¿Dónde estoy? ¿Mamá? 
-¡Mamá! Me he echo pis en la cama, ¿puedo dormir esta noche contigo?


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viernes, 20 de diciembre de 2013

El chico que hablaba de sí mismo

Tres de la mañana en una calle cualquiera bajo unas estrellas cualesquiera, camina con zapatos remendados un ser cualquiera. No levanta ni suscita ningún interés, no si ello no quiere. Camina con ojos vidriosos y reptiles bajo la atenta mirada de las farolas. Camina con las manos en los bolsillos, encapuchado con una sudadera, paso a paso por la avenida. En la entrada a algunos callejones hay pequeñas murallas de hormigón, "fuera de aquí" pintado con letras graffiti. Escucha los murmullos de algunos que aún siguen despiertos, escucha los gritos de otros que parecen dormidos... Nadie es igual pero ¿son todos diferentes? Ya es tarde para estar haciéndose esas preguntas y más para un monstruo, no es un monstruo de medianoche, hay otros que sí, pero ello no lo es. Va hablando de sí mismo como si fuera el narrador de su existencia, o quizá hablaba consigo mismo de su existencia, no sabría diferenciarlo bien. La noche no deja ver lo obvio a veces, sólo lo que no se ve por el día.

Ya no quiere más, no quiere más de su condición, de su realidad. Está harto de aceptarlo una y otra y otra vez. ¿Por qué habría de hacerlo? Claro, porque es un monstruo. Eso es lo que son. Los seres que no pertenecen a lo que les rodea, seres con ansias de soledad, de volver a un hogar que no tienen... Son ilusos e inconscientes y probablemente lo sepan. Ello está harto de todo lo que le pasa, harto de ver tanto a Soledad, Soledad no sabe dar abrazos, siempre te acaba cortando. No tiene a nadie con quien pasear o tomarse un café, tampoco sabe a ciencia cierta si lo quiere. Es un poco extraño. Son sentimientos pasajeros, ninguno es una idea real y sólida, pocas de esas hay como para tener más de una. Escucha una radio de un local sorprendentemente abierto, hay un grupo de skins escuchando a su líder que está subido en lo alto de la barra gritando por algunas cosas que ni entenderá el propio pregonero. Se le cruza en el camino una chica, la conoce, cree, no sabe ya ni quién es. Escuchó hace poco que cada cien años la Muerte misma es mortal por un día para experimentar qué sienten las almas que cosecha, piensa en si será cierto, cosas más increíbles ha visto; lobos capaces atravesar paredes, ritos que invocaban sombras capaces de rasgar la realidad, moradas llenas de sueños rotos que sollozaban y gritaban como bebés agónicos y la lista sigue...
Seguro que será una tontería. Seguro que se le pasará, pero no puede evitar pensar en que no hay nadie cerca, en que se acostará y despertará solo, en que no durará mucho más y en que aquello se irá por donde vino. Una vez más.
Él, ello, aquel chico, visitará a un viejo amigo esta noche, necesita descender, entra por el edificio de la luz verde sobre la puerta, se asoma al hueco de las escaleras, una llave y ya puede bajar. Baja y baja, peldaño tras peldaño. Siempre se pregunta cómo no pueden saber nada de esto las personas que viven en ese edificio. Baja mientras lo piensa. Baja hasta llegar al gran túnel con aquellas luces azules colgando del techo, licor de hada creo que lo llaman, no se apagará mientras no lo alumbre el Sol o la Luna. Perfecto para estas cloacas de ladrillo grande y de piedra, dos pasillos a cada lado y en el centro del túnel un río maloliente. Él se acaba de alegrar por primera vez de tener la nariz taponada porque el río apesta, él lo sabe de antes. Algo nuevo, quizás, era la chica que estaba al final del túnel tapada con la que presumo es su propia chaqueta. ¿Qué hace?
-Eh, eh, ¿qué haces aquí?

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miércoles, 11 de diciembre de 2013

Evelyn busca donde dormir

Hay destinos marcados de nacimiento. Momentos antes de que la vida comience uno ya tiene escrito en piedra cuál será su camino. Por dónde irá. Dónde acabará. Son vidas aburridas. Nunca me gustaron y nunca me gustó la vida que la abuela y madre habían elegido para mí. Era una vida igual que la que tuvieron ellas. No era una vida para mí, no. De eso hace mucho, ahora sobrevivo entre calles, en los balcones de las puertas de atrás, sentada bajo los pocos techos que encuentro, calentando mis manos en la lumbre de un pequeño fuego hecho dentro de una lata.
Miro mis guantes de fina lana y mis dedos asomando por ellos, mis manos están calientes. Meto mi cabeza entre mis rodillas y escucho la lluvia. La lluvia apenas está a unos centímetros de mi, cae rabiosa. El suelo está encharcado, suerte que estoy apoyada en un bordillo, mis pantalones están algo raídos pero son duros y tener tantos bolsillos es genial para la vida sin hogar. Lo quemé. Metafóricamente, madre y la abuela me habrían encontrado y arrancado la lengua de quemar su hogar. Y no sería una metáfora. Mis deportivas comienzan a empaparse... es hora de moverse un poco, me llevo la lata, está bien ser quien soy a veces, la lata no me quema y no se apagará mientras la toque. Camino iluminando mi cara bajo la lluvia, capucha puesta, busco mi camino en este mundo. ¿Lo tengo? ¿Qué hago? ¿A dónde voy? Esas preguntas siempre tienen eco en mi cabeza...
Me meto por varios callejones, nunca salgo a las calles, es muy arriesgado, con suerte llegaré a algún portal bien cubierto. Soñar, necesito soñar, necesito visitar a mis amigos en sueños.
Hay un hombre tirado en el suelo, mala noche, supongo, su cara está entumecida, cogerá frío... Madre siempre decía que las decisiones de cada uno eran problema de cada uno. Lo arrastro hasta un tejado donde al menos no le dé la lluvia directamente y le dejo mi lata, no se apagará en un rato largo, a madre no le gustaría pero no me importa, ya no.
Entre dos edificios, bajo los tendidos eléctricos sigo buscando dónde dormir. De pronto escucho un ruido de metales chocando, de gritos de ánima, escucho un ruido muy fuerte por encima mío y suena como óxido chirriante buscando qué tragar esta noche. Vampiros. No permiten la alteración. No me permitirán seguir esta vida, no quiero morir, no esta noche no. Uno se ha posado en un cable de tensión de la azotea, mira hacia arriba, a sus compañeros, no me ha visto. Odio a los vampiros, con sus alas enormes y negras, sus garras terribles y esos ojos vacíos... siempre sonriendo, como si supiesen más que el resto. Son criaturas terribles y detestables. Extiende las alas. Joder, mierda. Me acerco a una puerta cercana y la abro sin problema, me meto dentro y busco unas escaleras que bajen, unas escaleras que bajen. No hay, no hay problema, cierro los ojos, pienso en ellas, seguro que hay. Cuando los abro detrás mío hay unas escaleras que bajan, no sé a dónde pero los vampiros no saben bajar.

Debajo de todo aquello acabo en un complejo de enormes tuberías y colosales arcos, a lo lejos tras un lago verde veo chabolas, una Comunidad, su techo está a cientos de metros, no sé quién hizo esto pero alguien muy antiguo seguro. En mi lado del lago hay una serie de pasillos estrechos y un gran túnel semicircular que lleva agua al lago verde. Está iluminado por unas jaulas que cuelgan por el centro de dicho túnel, no sé qué hay dentro pero emite una maravillosa luz azul. Hoy mucha gente dormirá bien, lo presiento. 
Me quedaré aquí abajo un tiempo, hasta que se vayan los vampiros de la ciudad por lo menos. Dormiré, dormiré. Saco la manta de la mochila y sueño que soy corriente, sueño que soy como las personas que duermen en camas y desayunan. Sueño con una vida en la que no importe quién sea yo, Evelyn.

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lunes, 9 de diciembre de 2013

Lira vuelve a recordar

Refuerzo la mirada en los recuerdos que asoman en mi reflejo. La noche me hace reflejarme en la ventana... la Ciudad está llorando, chaparrea y no encuentro el por qué. Quizá haya mucha gente triste o quizá haya una sola persona muy importante que esté triste.
Me calzo mis botas de agua y me pongo el chubasquero, es carmesí pero se ha quedado oscuro, su capucha es tan amplia que no se me reconoce, voy a bajar a algunos barrios cubiertos. Quiero un colgante nuevo, uno que haga que no recuerde. Quizá es un atajo hacia lo que quiero...

La lluvia siempre me ha dado melancolía. Salgo por el primer callejón, paso tres verjas agujereadas, llevo mi bolso y a mi muñeca, pasó por una puerta con marco verde, entro en el edificio de la luz sobre la entrada, subo un piso y salgo a la calle, bajo tres escaleras y cruzo un parque, llego a otra calle, cruzo dos callejuelas y vuelvo al portal de mi casa. Salgo por el primer callejón que acaba en unas escaleras que bajan bajo el suelo, tienen una luz cálida salpicando en cada escalón, viene de abajo. La luz viene de abajo. Miro hacia los lados y evito a la Luna, camino hacia abajo.
Llego a una gran galería, es de ladrillo antiguo y con arcos enormes en las paredes, una verja impide que me caiga desde mi balcón, escaleras abajo llego al antiguo bazar que siempre ha existido bajo esta ciudad, bajo todo esto. Gente extraña, ninguna nativa o quizá no nativa de ahora, quizá fueron los auténticos nativos. Todos quieren preservar su identidad salvo algunos orgullosos, poderosos o quizá incautos... algunos que no saben por dónde caminan. Aquí hay normas, ciertas reglas y responsabilidades que salvo ningún concepto han de romperse. Eso se aprende rápido, hasta dónde llegan éstas ya es más difícil. El antiguo bazar encierra misterios, secretos y objetos, auténticos objetos, no los querrás soltar jamás o quizá es lo único que quieras. Un mercadillo de artefactos viejos, eso es lo que es. Cosas más viejas que los vendedores, casi siempre, claro. Gente con túnicas raídas hasta la boca, gente con gafas más oscuras que la misma oscuridad, sombreros enormes y capuchas agobiantes, eso se viste entre estas galerías húmedas de fachada vieja, de ladrillo rojizo y deformado. Entre grandes antorchas y extrañas lámparas se ven las sombras de los vendedores, algunas no corresponden a sus dueños, era de esperar. No es la primera vez que vengo, sé a por lo que vengo y me odio por ello. Giro dos veces a la derecha y una a la izquierda. Subo una escalera y camino hasta la bifurcación, vuelvo por donde vine y entro en el local de mi derecha. El hombre que allí vive me recibe con saludos cordiales, como siempre. Me debe muchas. No soy su amiga, no creo que tenga, son negocios al fin y al cabo. Se quita la cabeza de cabra y me recibe con sus ojos de sapo, amarillos de pupila horizontal, siempre consigue ponerme nerviosa. Le entrego mi frasco que siempre cuelga de mi cuello y él lo rellena como de costumbre. La arena en él resplandece, veo desiertos enteros en ese frasquito minúsculo, esperanzas perdidas y sueños alcanzados, amo mi frasquito. Él hombre se restriega las manos mientras me asombro una vez más con la profundidad de esa maravillosa arena. Arena de sueños.

Vuelvo por donde vine, ese hombre cabra ya no está en deuda conmigo, supongo que es una lástima. Quizá encuentre más huesecillos de hada pienso mientras veo un par de gemelas enjauladas en una jaula dorada. Un ser de largo hocico y vendado sujeta y zarandea la jaula, grita su precio y las deja por ahí. "Son recientes dice".
Es hora de salir, camino un poco acelerada, se me hace tarde. Salgo y la lluvia cae llorosa y brusca, una cascada perpetua, miro un poco hacia arriba moviendo mi capucha y veo a la Luna, la saludo y me voy corriendo a casa. Hasta el mes que viene supongo o hasta que supere mi pasado, mi pasado me persigue, yo lo hice así... supongo.

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domingo, 8 de diciembre de 2013

La noche de una escritora llamada Lavanda

Selecciono todo... Borrar. Qué jodido se me hace a veces escribir. Hay días que no sale nada, nada de nada, y llevo ya una semana así. Me dice mi pareja que qué tal voy, si acabaré a tiempo la novela. Joder, no, no creo. Respondo. Estas noches mi cenicero ha estado lleno de cigarrillos apagados, y un par de porros en el de al lado. Y nada, ni las tazas de café, ni las cervezas me han dado una buena historia. ¡Qué le vamos a hacer! Esta tarde me compré una extraña mano carmesí, creo que da buena suerte o algo de eso, parece hindú o de un buda o algo. Gilipolleces de esas, pero estaba muy barata... En qué pienso... Uno tras otro, pensamientos que no sirven de nada. Apago la tele, apago la luz, me quito el portátil de encima, me tumbo, me tapo, me duermo. Nunca logro hacer lo último cuando quiero. ¿Podrá alguien? 


. . .


"El vagón del metro se paró a los pies de Betty, su pelo del color del fuego lo llevaba escondido bajo un oscuro gorro de lana, debía pasar desapercibida. La noche no perdona a nadie porque la noche no juzga. Coge uno de los primeros asientos que ve, sabe que no ha de fiarse de ninguno de los seres que la acompañan en el viejo vagón. Son las tres de la mañana y espera que no haya imprevistos o su cita puede arruinarse en un chasquido de dedos. 
Los pálidos la miran sin disimulo alguno desde el otro extremo. Uno de ellos se levanta y el resto le siguen, llevan chupas de cuero con pinchos en las hombreras y andan con ese aire que tienen los matones de patio, Betty sabe que van a por ella, ¿demasiado colorete? Uno de ellos se apoya en la barra que tiene Betty encima de la cabeza y el resto la rodean. 
-Vaya, vaya. Un ratoncito perdido en nuestro territorio... 
-No me queréis hacer enfadar. 
-¿Habéis oído chicos? -el resto se ríe abiertamente, todo el vagón los mira- ¿Que no te enfademos? ¿Y qué harás?
Betty se levanta y lo coge del cuello, habla con su voz aunque son todas sus voces al mismo tiempo. 
-Hoy no tengo tiempo para juegos, pálido, vuelve con tu luna a cazar mortales, este no es tu lugar. 
Al soltar su cuello éste comienza a soltar vapor, arde, está quemado y el pálido cae al suelo al instante, es cierto que no sabe con quién se mete, esa noche no comerá. Todo el vagón está en tensión, ninguno espera ver a..."


. . .


Joder, ya he perdido el hilo. ¿Qué coño era Betty? ¿Una parca? ¿Una bruja? ¿Una vaca? Sí, Betty la vaca, muy original. Sí, señor, la vaca mística del fuego que anunciará el apocalipsis viaja en metro a las tres de la mañana. Me estoy luciendo. 


. . .


"Todo el vagón está en tensión, ninguno espera ver a una de las Responsables esta noche. Todos tuercen la cabeza a un lado y hacen como que no han visto nada, los pálidos se apresuran a irse en la siguiente parada y miran hacia atrás resignados y con su delicado orgullo hecho un amasijo de juguetes rotos. 
Diez minutos más tarde Betty llega a su parada. A la salida la espera un gran hombre negro muy bien trajeado, con guantes blancos y una gorra de chófer. 
-No esperaba que una entidad como usted cogiese el transporte público, pero aquí estoy tal y como acordamos, no es terreno de ninguno. Haga su oferta. 
Betty lo mira de arriba a abajo, algo nerviosa, pero recuerda que las ha pasado peores últimamente como para titubear ahora. Saca de su vieja bolsa algo envuelto siete veces. El chófer lo desenvuelve con cuidado, a pesar del olor a sangre reseca está contento. Pide a Betty que la acompañe para recoger lo que ha comprado. 
-Es viejo, lo sé, pero vale la pena. ¿Estás segura de que quieres hacerlo? ¿Sabes realmente con qué juegas?
-Hombre, no cuestione mis métodos. Y debería haberme preguntado un quién no un qué. Sé exactamente lo que hago. 
-Lo siento, es sólo que... -el hombre hizo una pausa para tragar- mi señora me advirtió de qué le estoy entregando y es sumamente perturbador...
El hombre le entregó a Betty una mano de color carmesí, sin uñas y sin una sola arruga. Betty estaba satisfecha, dejaría por fin de ser una de las Responsables y podría volver a probar la vida mortal por última vez. Después de todo, nadie la dio a elegir."


. . .


Y creo que por hoy basta. No está como quisiera y no sé si digo todo lo que debería decir, me pregunto a veces cómo es la cara de alguien que me lee. Debe ser extraño. En fin, suficiente Betty por hoy. En unos minutos vendrá Triana... dioses, adoro su sangre. 


Lavanda

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martes, 26 de noviembre de 2013

Entre las luces de la Ciudad


Se escuchan pasos morados por las calles más insospechadas, los carteles luminosos brillan en sus pupilas y los charcos vibran cuando las botas de agua saltan sobre ellos. Es otoño, la Ciudad está preciosa y a través de sus lentes vive una fantasía. No es chica de ciudad, no, esto la sobrepasa, esto es tan bonito que la sobrepasa. Camina de arriba a abajo, se pierde, corre, sonríe y le coge del brazo con una sonrisa en los labios y dos estrellas en los ojos. Se ha hecho de noche y las luces ahora resplandecen en su rostro, vibran y bailan y ella siente música en sus escalofríos. Él no hace más que mirarla anonadado, es feliz cuando ella lo es. Siempre fue así. 
No entraron en las tiendas, a ella le bastaba parar delante de los escaparates y hacer fotos, muchas fotos, ¡muchísimas fotos! Él quiso entrar en un par pero se dijo a sí mismo que ya iría un día por su cuenta, siempre le da por cargarse la magia pero no la de ella. No la de ella. 

Son estos días de noche y amigos los que ellos dos viven con más intensidad, se recuerdan el uno al otro que viven, que de verdad caminan, que de verdad... existen. Es tan difícil saberlo a veces... 

Arual, dice él, no te alejes demasiado, podrías perderte. Nunca me perderás, tonto. Dijo ella. Nunca me verás desaparecer de tus narices porque eres mi amigo, ¿recuerdas? Sí, claro que sí... es sólo que a veces no sé muy bien quién es el amigo de quién. Se quedaron en silencio, mirándose, un tren de cercanías a toda velocidad les hizo despertar con su silbato. Se cogieron de la mano y siguieron caminando. Ud, prométeme algo, le susurró ella. Dispara. Prométeme que pase lo que nos pase tú serás feliz, prométemelo. Él se echó a reír, ¡no tiene gracia! ¡Lo digo en serio! Él se detuvo y la miró a los ojos, Arual, sólo hay una manera de que no me veas. ¿Y cuál es? Cierra los ojos, ¡no los abras! Ya está. ¿Quieres que siga aquí? ¡Pues claro, tonto! ¿De verdad? Sí. ¿De verdad de la buena? Sí. Ambos abrieron los ojos. 
¿Quién es el amigo de quién? Se dijeron al unísono. 
No importa. Siguieron su camino, fascinándose y queriéndose. Los mejores amigos. Para toda la noche. Partieron por el mar de luces de colores una pareja, una persona soñadora y su amigo imaginario. 

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lunes, 25 de noviembre de 2013

La pequeña historia de Tarta

Esta es la Luna con la que Serafín me dará su vida. Bajo esta Luna Serafín perderá su vida. Hay cosas de esta vida que no me parecen justas, pero no Serafín, él no, siempre cumplió, cumple y cumplirá lo que promete. 


Es de noche y estoy en mi cuarto, miro la lluvia por última vez antes de cambiarme. Hoy llevaré la ropa de interior de encaje, la que me regalaron cuando dejé de fumar cosas que no fueran tabaco, es preciosa y una a veces quiere sentirse preciosa como la Luna. Cuelgo el móvil, me echo perfume y perfilo de negro mis labios, sombra en los ojos, palidez fingida y que no falte mi bombín. Nunca supe muy bien qué fui ni qué soy pero consigo copas gratis. 
Salgo y ya no llueve, mejor para mis botas, el aire sigue húmedo, puedo notarlo en mis labios... el aire de ciudad casi nunca está así. Hay noches especiales. 
Después de coger dos autobuses y haber atraído suficientes miradas llego al club que me dijeron mis amigos, estaba un poco lejos pero me dijeron que merecía la pena. Media hora más tarde estoy dentro donde me parece haberme teletransportado a un planeta gótico o a una fiesta de Halloween muy cara, el ambiente es bueno, el local es agradable y no hay muchísima gente, mis amigos tenían razón. Ojalá estuviera aquí Serafín, no me hace falta mover la boca para hablar con él. Me han dado una bebida extraña, está muy rica pero se niegan a decirme qué es. 


...~


Qué dolor de cabeza... Ah... Y estás no son mis sábanas... Otra vez no... Otra vez no... Soy gilipollas. Ay... voy a levantarme sin hacer mucho ruido, con el tiempo me he convertido en una maestra del sigilo, o eso pienso siempre que ando de puntillas. Escucho la sábana moverse a mi espalda, no, no, no, no... No pasa nada, sigue dormido. Joder, qué feo es cabrón. ¿En serio, Tarta, en serio he acabado con este tío? Menos mal que no lo recuerdo pero noto que he vuelto a perder mi virginidad y ya van seis veces, joder, tengo que dejar de salir, este es el límite. A ver... mi falda, ¿dónde está mi falda? Aquí. Un momento, mierda, llueve. Que le jodan, a ver qué tiene en el armario... ¡Já! ¡Un chubasquero! Perfecto. Ahora con cuidado abro la puerta... 
-Vaya... ugh... nochecita... 
¡Mierda! Tarta tranquila, Tarta tranquila... sigue dormido el muy imbécil. Joder. ¡Qué susto! Merece un castigo. A ver qué tiene en los cajones. Tiene un poco de dinero por aquí... una bolsita de polvo y un tarro rojo. ¿Por qué no? Él se ha llevado mi virginidad. Cuidado al abrir la puerta, cuidado. Bingo. Libre. A ver, Tarta, ¿dónde estamos? Creo que esto me suena, voy a llamar a Susana, creo que vive por aquí. 
-¿Sí? Buenos días princesa, soy Tartita... sí, sí, mira, ha vuelto a pasar... Exacto, y estoy en un barrio que me recuerda mucho al tuyo... A ver, pues un banco naranja, un edificio de oficinas con los cristales destrozados y creo que abandonado... Sí, también está el graffiti de la flor y la chica de las rastas... ¿Sí? ¿De veras?... Joder tía, gracias, te quiero, gracias.
Susana es la mejor, ahora tan sólo tengo que esperar a su coche entre la lluvia.
-Oye tía...-escucho alguien a mi espalda- ¿Sabes dónde puedo encontrar a alguien que me dé lo que te han dado a ti?-¿De qué coño habla?
-Macho, yo no me meto nada.
-Y una mierda que no, tienes sangre en la nariz, los ojos azules y una marca en el cuello. Sé lo que has hecho, no quiero que me digas quién te lo ha dado, quiero que me digas dónde me pueden dar a mí. -¡¿Qué cojones?!
-Tío, de verdad, me acabo de despertar aquí, no sé qué he tomado o quién me lo ha dado o qué mierda me han metido dentro, sólo quiero volver a casa, ¿vale? 
-En serio. DÍMELO. Tienes que decírmelo.-Joder, esto no me gusta.
-¡Que no lo sé!
-¿Te crees que me voy a creer esa mierda?-Ya sé, no me andaré con rodeos, que sea lo que sea.
-Tercera planta, letra E, ahí está quién me lo ha dado.
-¿Sí? No me gusta que me engañen perra, vienes conmigo y si no es verdad... vas a sufrir un poquillo...-Acaba de sacar un cuchillito, no es muy grande pero si lo hunde en mi garganta dará igual.
-¡Eh! ¡Tú! ¡Pedazo de gilipollas! ¡Suéltala ahora mismo!-Gracias al cielo, es Susana.
-¡Vale, vale! Tercero E, ¿no? Suerte chiquilla, suerte.
El hombre se va por el callejón y yo me subo al coche de Susana comiéndomela a besos, ella sabe lo mal que me sientan estas situaciones. Antes de preguntarme sobre qué me ha pasado me dio su típico sermón, el de siempre, que si me excedo demasiado, que si debería controlarme porque tengo mis responsabilidades, lo de siempre. Luego ya fue al grano:
-¿Mereció la pena?
-No sé... casi no me acuerdo de nada y el tipo no era gran cosa o eso me pareció esta mañana...
-Joder Tarta... Ya sabes qué te toca. Ya sabes por qué aún vives, dale las gracias a Serafín por última vez, por favor. 
-Pero... ¡Susana! ¡Sólo han sido seis veces! 
-¿Y? ¿No crees que ya le has hecho sufrir bastante? Mierda de sol...-Noto como el brazo se le quema un poco- Odio los días tan soleados...-Sube la ventanilla tintada y guarda silencio, como si la luz la hubiese hecho olvidarlo todo, me da esa redención. Que piense lo que quiera, no me arrepiento de lo que hice, Serafín lo comprenderá, siempre lo ha hecho. Pero Susana tiene razón... ya van seis, si me volviese a pasar, ¿qué ocurriría? ¿De verdad me pasará lo mismo que a mamá? Yo sólo quise ser querida pero para un bicho raro como yo eso muy difícil. 


Invité a Susana a mi casa pero se negó a salir del coche, la entiendo, quizá su maldición sea peor que la mía. Suspiré mucho antes de entrar en casa, casi cada paso. Miraba a aquella fría fachada de hormigón y madera, de vidas tristes, de vidas recluidas a ser lo que son. Había llovido. Piso los charcos y antes de entrar... lloro... por penúltima vez. Esta es la noche en la que Serafín me dará su vida. Bajo esta noche Serafín perderá su vida. Mi casa está tan revuelta como siempre... mi pequeño piso. Lo recojo, lo limpio, nunca lo había hecho, o quizá sí, no me acuerdo y no me importa no recordarlo. Todo pasa como a cámara rápida mientras Serafín me mira, intrigado, desde la lámpara del techo. Sabe qué pasa pero no lo quiere admitir. Cuando acabo vuelvo a mi cuarto, me siento en mi mullida cama, me siento como en una nube, me agarro los calcetines y me hago una bola. Serafín se asoma por la puerta, sube a la cama y se me queda mirando. 
-Sí, estoy llorando. ¡Ya sabes qué pasa! 
Serafín se rasca una oreja y me sigue mirando. 
-¡Agh! ¡Es como hablarle a una pared!
Me doy la vuelta y deshago mi bola, quedo estirada boca abajo con mi cara hundida en la almohada. Serafín se me acerca.
-Mmmpfffhfhffmmmm fmfmmmmffhhmmm
No creo que entienda nada de lo que digo con una almohada por cara. 
-¡Serafín! 
Le abrazo, le abrazo hasta que no me queda más amor dentro. ¡Ya basta Serafín! ¡Ya basta! ¡No volverá a ocurrir! ¡Oh no! 
Dejo a Serafín en el suelo, confuso, se lame una pata y se peina. Me pongo en cuclillas delante de sus bigotes y le beso la nariz, me hecho el pelo detrás de la oreja, me levanto, sonrío. Creo que lo hago de verdad. 
-Serafín, por fin serás libre de esta pesada carga. ¡Alégrate! ¡Rápido! ¡Antes de que nos vea la Luna!
Serafín se acerca a mí, como las últimas cinco veces, esta es la sexta. Cojo la pequeña cuchilla de afeitar que llevo siempre encima, la vuelvo a sentir por sexta vez en mi brazo y dibujo un círculo de sangre a su alrededor, Serafín, perdóname, Serafín, te quiero, Serafín, nunca te olvidaré. Ahora decide pequeño Serafín. Sabía que te quedarías en el círculo, pero a mí no me vale, no señor, he sido la peor amiga del mundo Serafín, y ya estoy harta de todo esto. Lo agarro, me levanto, cojo unas galletas y un café, el abrigo, un gorro y subimos a la azotea, ¡que nos vea la Luna! 
La noche cae, la noche nos envuelve. La Luna sale y espera a estar en su punto más alto para verme, desnuda, mortal, humana. Le doy otra galleta a Serafín, quiero que sonría. Él está en el muro de la azotea y yo me dirijo al centro de ésta, entre media docena de antenas. Extiendo los brazos, respiro, miro al cielo...
-¡Luna! ¡Soy Tarta! ¡Y ya no soy lo que era! ¡¡Tómame o déjame ir pero no pienso cambiar!! ¡¿Me oyes?!
Lentamente... me deshago... noto como mis piernas desaparecen y como entre sueños e ilusiones miro por última vez a Serafín que se acerca andando lentamente a mí, se queda sentado, admirando como desaparezco entre luces que no estoy segura de que comprenda. Le acaricio y según lo hago mis dedos desaparecen, él sonríe, no sabe qué está pasando. Adiós Serafín. Esta pudo ser la noche en la que me dieras tu vida. Bajo esta Luna tú serías mi salvador. Hiciste más que suficiente Serafín, no me des más vidas, eres el mejor amigo que tuve. Adiós, soy Tarta y desde ahora y hasta siempre te veré desde el cielo porque siempre fui lo que soy, una estrella fugaz que pidió un deseo. 

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jueves, 7 de noviembre de 2013

Revelaciones de un pasado que nunca fue vivido


Mismo edificio. Las paredes a medio pintar, los ladrillos olvidados. La misma puerta verde de madera carcomida. La abro y encuentro la oscuridad que esperaba, los adoquines medio rotos del suelo me dicen que estoy en el lugar correcto... me acerco a los buzones y leo el nombre que figura en el cuarto piso. Allí voy. Allí es donde empezó todo, he de arrancarlo de raíz.

28 de junio de 1983
Hoy ha sido un día tremendo. Comencé mis investigaciones sobre la magia y el esoterismo. Soy el único loco de esta ciudad interesado en estas cosas, o lo que es en otras palabras, tengo todo el conocimiento de La Ciudad a mi alcance. Estos monos ignorantes que luchan por llegar a la siguiente noche no saben sobre qué tesoro viven, qué oro respiran ni qué poder aguarda en aquellos que han nacido aquí. 

Subo varios de los escalones... resuenan, no me gusta que resuenen, no los recordaba así. La barandilla está astillada y en algunos cachos está arrancada de cuajo. Uno de los escalones está hundido y hay marcas de enormes garras en la pared. No es un panorama agradable, sé que hice mal y qué he causado muchos problemas pero no por ello voy a echarme atrás ahora. Cuando no puedes hacer lo correcto al menos has de hacer lo menos incorrecto.

5 de noviembre de 1987
En los últimos días he avanzado mucho en mis investigaciones. He conseguido muestras frescas, el señor "Freeze", como se hace llamar, me debía unos cuantos favores y es él quien controla el banco de sangre y de donativos de órganos. En los hospitales hay más corrupción de la que imaginaba, en cuanto tienen la oportunidad de conseguir órganos frescos sus ojos se iluminan y sus siniestras garras son capaces de todo por obtenerlos.
En fin, gracias a esa corrupción interna mis experimentos son mucho más precisos y poco a poco me voy acercando a la Verdad de todo esto. Quiénes somos, qué somos y a dónde vamos. Las preguntas más importantes de la humanidad por fin serán respondidas. 


Ah... el segundo piso... lo echaba de menos, aquí pasé varias de mis noches con aquella chica del pelo rosa. Una buena mujer, me gustaría haber sido capaz de cuidar de nuestra hija pero no, mi trabajo era más importante. Mi... hija... ¿Qué habrá sido de ella? ¿Me atrevo a entrar? Toco el picaporte poco a poco pero algo me impide abrir esa puerta. No tengo derecho, no. No tengo derecho a la redención.
Sigo mi camino hacia el cuarto piso.

13 de enero de 1989
He conseguido varios éxitos. Éxitos relativos, prueban que mi teoría es posible pero no que sea cierta y mucho menos que sea la Verdad. El piso comienza a oler mal y he decidido pasar las noches en el segundo, una chica de pelo rosa me deja quedarme siempre que le traiga algo de droga o medicinas, según la noche. Nada difícil de crear para mí. He forrado todas las ventanas de mi piso para que nadie pueda ver lo que se esconde ahí dentro, no hay que llamar la atención con estas cosas. 

Escalón a escalón llego. Me apoyo en la pared para no caerme entre tanta penumbra y noto la pared húmeda. Llueve fuera y el edificio es antiguo, es normal que esté así. Veo como la luz de la calle se cuela por algunas de las grietas y las ventanas de los rellanos. Asciendo.
Responsabilidades y deberes, siempre han sido mi punto flaco, no me gustan, no puedo con ellos, son superiores a mí. Supongo que siempre fui el mismo tipo débil que quiso ser algo en este mundo. No lo sé.

16 de agosto de 1991
He logrado mi primer milagro, todo el piso comenzó a tambalearse y la misma realidad se dobló sobre sí misma. Y de entre todo un ser de aspecto oscuro me saludó y me advirtió de lo que estaba haciendo. Le grité que lo que hago es ciencia. Parecía saber más que yo de la manera que un padre sabe más que su hijo de tres años. 
Ha sido una experiencia un tanto extraña. Aún me tiembla el pulso y de vez en cuando me dan flashes, todo se ilumina y me pitan los oídos mientras me entra un dolor de cabeza muy punzante y muy agudo. A veces pienso que es por haber logrado ver algo que mi cerebro no lo puede concebir como real, se atasca y duele. Otras pienso que esto es una tontería, y que todo saldrá bien, que sólo ha sido mi imaginación y que el experimento me ha producido alguna clase de migraña. 
En otro orden de cosas, Susana comienza a tener dolores, espero que nuestro hijo no sea prematuro y tenga alguna complicación extraña.

Llegué al cuarto piso. Voy por el hueco de la derecha y me encuentro con mi puerta y con la de mis dos vecinos. ¿Tengo el valor de acabar con esto? No. Pero he de hacerlo. Piso fuerte, las tablas chirrían y toco el picaporte. Saco la llave del bolsillo de mi chaqueta y la introduzco... siento como la realidad se tambalea, como el tejido del mundo chirría y me asusta.

18 de mayo de 1994
Hoy es la noche en la que lo lograré. El Barquero me lo ha advertido innumerables veces, "la Verdad duele", "la Verdad no es para ti". No me importa el dolor... sin Susana ya no tengo nada que perder. Sólo espero que mi hija no me llegue a conocer nunca. 
Hoy es el día, hoy por fin lograré lo imposible. Hoy conoceré la vida, la libertad, la realidad y qué es este mundo; todas las dimensiones, universos y demás forman parte de un todo colosal, "algo que una mente humana no puede asimilar" pero hoy yo lo conseguiré, hoy yo lograré llegar a un estado pandimensional y perinteligente. 
Es el momento exacto, noche sin estrellas ni Luna, es el lugar exacto, la coordenada justa del punto donde todo comenzó. 

Entro en el piso. Sí... este vacío lo recuerdo. El piso se ve igual que siempre pero más abandonado, hay sangre por el suelo, las paredes están corroídas, hay telarañas por todas partes y los muebles están recubiertos del mismo plástico de siempre. Sólo al pisarlo siento todo el vacío que esta ciudad lleva consigo, en el centro del piso está, cómo no... El Barquero. Sólo escucho sus alas. Me está mirando con sus ojos oscuros ojos, no necesita hablarme, después de tanto tiempo ha esperado mi regreso y por fin estoy aquí. Sólo lo veo levantarse. Sé qué dirá, sé qué piensa. Me lo ahorro. Grito que estoy aquí. Grito que vengo a resolver esto. El Barquero de pronto está por todas partes y en ninguna a la vez, siento su aliento en mi boca, también está en mí. Sé qué he de hacer, grito. Vengo a ofrecerme como sacrificio. Vengo a salvar a esta ciudad del vacío. Vengo a ofrecerme como sacrificio para conservarla para siempre. Te ofrezco esta pesadilla de la que soy responsable. Tómala y haz que sirva de lección a toda la necia humanidad... Toma mi vida y bórrala, suprímela, elimínala. Haz lo que debas hacer. Cumplí mi parte del trato, he vuelto, ahora cumple la tuya, resuelve esto.

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jueves, 17 de octubre de 2013

Lectura y comida china

Trata de evadirse de la realidad en los viejos libros de la casa que ocupa desde hace años. Son los libros que sus anteriores dueños abandonaron antes de partir y no volver jamás a aquella ciudad de la noche. Aún hay maletas con el cierre roto en el suelo asomando la manga de alguna camisa, aún la pintura de la pared está o bien quemada o bien caída por la humedad, aún entra frío por la noche a través de los agujeros en los cristales, pero Tristán lee.
Su historia no sé muy bien en qué momento comienza o si, de hecho, comienza en algún momento, pero sé lo que le pasó. Toda la casa estaba vacía excepto un cuartito cercano a la entrada del piso, todos lo sabían, tendrías que ser nuevo en la ciudad para no saber algo así. Tristán dejaba los libros leídos a un lado y los que aún no había leído en otro lado, no se percataba que el cuarto era tan pequeño que esos dos lados eran el mismo pero no le importaba, así podría releer lo que quisiera. Había un colchón sobre un parqué rancio, una ventana arreglada con cinta aislante y una pequeña estufa de las antiguas, de las que dan dolor de cabeza.
Pocos hacían caso a Tristán, la mayoría lo tomaban por un loco del que uno no se podía aprovechar lo más mínimo en ningún ámbito por lo que, agradecido, me relató lo precioso que es que a uno le dejen en paz. A veces había gente que iba a su piso a pasar una temporada, total, él ni se enteraba y ellos mucho menos. Me contó que cuando bajaba a comprar comida o salía a abrir a alguien la puerta investigaba su casa y había encontrado de todo, incluso una vez me contaba entusiasmado que vio por la cerradura de una puerta el exorcismo de una mujer negra, un exorcismo poco ortodoxo según él aunque no me quiso dar detalles.
Tristán era un hombre muy curioso y entusiasta, era un pequeño bohemio del estudio. Cuando le llevaba comida sobrante del restaurante nos pasábamos la noche imaginando mundos e historias. No escribió mucho, decía que no merecía la pena, que le gustaba viajar no pilotar el avión. En mi opinión una pena, jamás olvidaré esas noches de fantasía desbordante, las prefería a lo que me traía mi hermano. Esto era mucho más real y lo sentía de verdad.
Recuerdo como poco a poco la noche desaparecía y la ciudad quedaba en ese gris que tienen las mañanas y la luz del sol nos asustaba como si fuésemos vampiros de novela. Abría el local para los pocos locos que se dedicaban a buscar un sitio donde poder continuar su noche lejos de lo diurno. Es lo que tienen los restaurantes asiáticos, son oscuros siempre.

Cuando pasé tres otoños con él me di cuenta de que algo no iba a bien, cada vez comía menos y su ánimo había decaído, no me quiso decir por qué, es como si hubiera descubierto algo inevitable, algo que, de contármelo, no serviría de nada. Un jueves volví a su casa por la tarde, llovía aciagamente, de manera exagerada. Protegí la comida para que no se mojase y corrí hacia su casa, cuando llegué al tercer piso de aquel roñoso edificio su puerta estaba cerrada y nadie respondía al otro lado, por suerte tenía una copia de las llaves. El pulso, tanto por miedo como por frío, me bailaba y mis ojos se desorbitaban por el miedo que tenía. Miedo a algo que ya sabía que iba a ocurrir, nunca lo quise admitir pero supe que pasaría lo que pasó. La cerradura cedió y dejé que la puerta se abriese sola. La puerta de Tristán estaba cerrada, como siempre, sólo escuché el ruido de mi bolsa de plástico y mis zapatos dando pasos inquietos por un chirriante suelo de madera, entré en su cuarto lentamente. No estaba. Lo sabía.
Me pasé aquella noche comiendo en su antigua habitación, ojeando algunos de los libros de los que Tristán siempre hablaba. Encontré uno muy viejo, prácticamente destrozado y, por tanto, el que más llamaba la atención, cómo no, siempre fui muy simple. Aquel libro estaba lleno de anotaciones de Tristán, muy nerviosas y había muchas notas intercaladas entre páginas, muchas de estas notas estaban dibujadas en vez de escritas, encontré círculos llenos de líneas, palabras que no comprendía y MAZAPÁN escrito por todas partes. No niego que Tristán estuviese un poco loco, pero esto era demasiado extraño incluso para él.
No volví a tener noticias de él y por lo que supe más tarde su casa fue reducida a cenizas por unos okupas que no supieron manejar el gas de su cocina. Aquel libro lo guardé, no quería que algo tan extraño se perdiese. Ahora me queda buscar quién le puede dar un uso o... si Tristán sigue vivo o siquiera sigue siendo humano.

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jueves, 26 de septiembre de 2013

Cada tres noches hay una más

Me he terminado el vodka y... no sé qué más hacer hoy antes de irme a casa. Tengo el vaso agarrado por la punta de los dedos y no hago más que darle vueltas y entretenerme viendo los hielos girar. No vendrá, estoy casi segura de ello. Estuve segura a partir del segundo vaso de vodka. En fin... No pasa nada, o eso creo, o eso me hago creer. Ya está bien, me piro de este tugurio. 

Es bastante tarde, la Luna apenas alumbra aquí pero se la ve, tan hermosa como siempre señora Luna, ojalá yo hubiese envejecido mejor que usted. Quizá la vida que llevaba no hubiese estado tan mal seguirla, así ya habría muerto y no estaría viviendo esto. Qué le vamos a hacer. ¡Rebeca! ¡Espera! Escucho a mi espalda, es el imbécil al que esperaba, sorpresa, sorpresa. No me acuerdo de su nombre. Tío, pírate, ¿quieres? Necesito algo y tú no me lo puedes dar, le digo. El hombre baja la cabeza avergonzado, qué mono, quedan pocos tíos así, pero él debería saber que no me van los callados y vergonzosos. Ya quedan menos tías a las que les vayan los hombres tímidos, se extinguirán juntos supongo. ¡Eh...! Adiós y cuídate, ¿quieres? Le oigo a mi espalda, tan sólo le levanto el brazo para decir "sí, macho, te he oído, pero no te pienso hacer ni santo caso". Harry tiene más de lo que me gusta, no sólo en un hombre, sino como camello. Más por lo segundo que por lo primero. 

Odio las noches aquí, todo se ve amarillo. 
-Oye guapa... ¿cuánto cuestas?
Joder... hay que ser gilipollas. Ahora me dolerán los nudillos un par de horas, ese tío tenía la nariz bastante dura. Que le jodan. ¡Que le jodan! ...Cálmate, Rebeca, calma. Suspiro. Camino más despacio, soy consciente de mi respiración unos momentos. Llego hasta la parada de autobús al fin. Una noche más, me digo en bajito. Una noche más, me repito para mis adentros. Me busco en el bolso por si tengo suerte y encuentro algún cigarro, no es el caso. Joder. No hay nadie a quien le pueda pedir. 
Me dijo Yina que cogiera el nocturno en la plaza de al lado de su casa, espero que tenga razón, no quiero deambular demasiado esta noche. 
¡Al fin viene! ¡Joder! ¡Ya era hora! 

Yina tenía razón. Ya he llegado, el 43 de la calle del mercado alemán. La puerta es verde y astillada, vieja sin duda. En fin, mejor entrar que quedarse fuera. Me encuentro ante un vestíbulo lóbrego y angosto y me dirijo a las escaleras, ni me atrevo a llamar al ascensor. Llego al cuarto piso, a donde me dijo Yina, un local abandonado y lleno de polvo. Un techo en el que vivir esta noche. 
Camino por el parqué y siento como cada paso crea una sinfonía terrorífica mientras comienzo a oler un hedor muy familiar. No es asqueroso pero si perturbador. Abro la puerta con la letra C, el local abandonado, allí los muebles están cubiertos por plásticos y todo está cubierto por una pátina de polvo y antigüedad. Una de las paredes es toda acristalada, la luz de la calle se cuela por ella creando sombras de ultratumba en cada rincón. Delante mío hay un sofá, a la izquierda la cocina y a la derecha un pasillo que imagino llevará a las habitaciones. Comienzo a caminar hasta la lámpara de pié que está tras el sofá. Joder, ya sé de dónde venía ese olor. Joder, no. ¿Por qué me tocan siempre estas cosas a mí? Delante del sofá hay tres velas consumidas, puestas en cada vértice de un triángulo dibujado con tiza y en el centro se encuentra un charco de sangre muy grande, exageradamente grande. Sangre seca. Sangre apestosa. En medio de todo el charco hay un pequeño feto. Quemado. J. O. D. E. R. Qué asco, macho. Me acerco a la cocina a ver si encuentro un paño o una escoba o algo, yo aquí no duermo con eso ahí. ¿Quién sube a un cuarto piso para hacer una especie de ritual satánico? ¡Siempre me pasa algo, coño! 
Bien, joder, hay una escoba y un recogedor. Ay. Dios. ¿Por qué siempre a mí? Yina me va a oír cuando la coja de las coletas. Hecho, espero poder dormir lo que queda de noche. Mejor esto a cuando lo que te encuentras es un pastillero demasiado puesto, pero... esto es más perturbador. ¡Me va a oír esa zorra! Joder. Calma. Mis pastillas, el bolso. Necesito un par. Necesito calmarme. Vale. Creo que ya, creo que ya. Uf. 

Llevo ya tres días viviendo en el local abandonado y no he vivido tan mal, aunque la sangre no ha salido del parqué. Yina no tenía ni puta idea acerca del feto, yo creo que lo sabe pero no me lo quiere decir. Si me entero de que es suyo no sé qué la haré. Otra noche más la de hoy. Otra noche más, salgo a la calle a fumarme un cigarro y a buscar dónde dormir hoy. 

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sábado, 21 de septiembre de 2013

Conversaciones de cafetería

Aquel día había ido a ver el amanecer. A veces lo hacía, sobre todo en fin de semana. Me llevaba un termo lleno de café y unos auriculares, me sentaba y podía estar allí una hora sentado sin pensar en nada, tan sólo viendo al sol nacer. Aquel día no llevé el termo y cuando terminé de disfrutar con aquella maravillosa vista caminé hasta una cafetería cercana. Vivo en una zona tranquila de la ciudad, un extrarradio, con parquecitos, mercados y gente sin demasiada prisa. 
Menos prisa aún un sábado tan de mañana. Entré en la cafetería y pedí un café con leche. Era invierno y me sentaría de miedo. La cafetería apenas había abierto y sólo había un señor mayor en una silla al fondo. Me senté cerca de la ventana que hacía de escaparate y me puse a leer un pequeño librito de cuentos que siempre llevo encima. Llegado el final de mi café esperaba a finalizar el cuento para irme a hacer mis cosas cuando un hombre un poco destartalado entró en la cafetería. 

Llevaba un día de mierda. La noche la pasé en vela buscando un porqué a todo esto. Joder. Antes de salir a que me diese un poco el aire me miré en el espejo, tres días sin dormir, mi cara era un desastre. No me preocupó, me preocupaba más si me seguía sangrando la encía, pareció ser que no. Cogí el abrigo del cesto de la ropa sucia, les dejé una nota en el frigorífico y me fui a caminar hasta algún sitio. Tan de mañana y con el sueño que tenía... mejor un café que una cerveza. Dos calles más allá de mi casa hay una cafetería barata y amo a su dependienta. Un amor platónico. Uno de tantos, claro. Ya se sabe. 
Cuando entré en aquel lugar vaya puta sorpresa, vi a un tipo, un tipo aparentemente normal pero que tenía un algo en la mirada. Ese algo que a veces busco. Esa... ¡chispa! Eso, esa chispa de vida, ¿sabes a lo que me refiero?

Al principio estaba asustado. Era un hombre muy extraño, muy inquietante, aparentemente cansado pero lleno de vida, una persona que "ha vivido mucho", esa clase de gente que es de verdad "auténtica". Se sentó sin mediar palabra delante de mí con un café. Mientras bebía el cortado a sorbos muy pequeños él me miraba. Muy fijamente, como queriendo encontrar algo en mí. No nada trivial, algo muy serio. Algo vital. Yo no sabía si me quería robar, si me quería secuestrar o si me quería asesinar; de hecho me puse a pensar quién pudo haber contratado un sicario para matarme. De pronto me dijo:

Conozco a esa clase de hombre. Son muy especiales pero más imbéciles que una mula retrasada. El tío no hacía más que mirarme a los ojos como intentando encontrar un porqué o quizá saber si iba a morir ese día o no. Desde luego tenía miedo. Le dije:

-Tío, ¿qué coño haces aquí?

Imaginaos cómo me quedé cuando un extraño me dijo eso. ¿Quizá fuese un policía en cubierto? ¿Quizá me ha confundido con alguien peligroso? ¿Quizá hice algo y no me acuerdo? No sabía qué contestar. 

-No vas a contestar, ¿eh? Joder, tío, vaya susto me has dado. Conozco a los hombres como tú, miserables y mediocres. ¿Me he equivocado?

El tipo me estaba poniendo muy nervioso. ¡¿Qué podría querer alguien así de un tipo como yo?! No llegaba a ninguna respuesta. Le negué tímidamente con la cabeza, quería darle la razón en todo para que se fuera. Quería que saliese de allí y me pudiese olvidar de él. 

-Eres el tipo especial aquel, el que es muy amable y tiene ideas bizarras. El tipo aquel cuyas amistades son escasas porque dice que no puede aguantar más. El hombrecillo que saldría corriendo cuando algo serio pasase. ¡Vamos! ¡Reacciona!

Había tenido unos tres días horribles, me descargaba con aquel tonto. Me asentía a todo como un loro empanado que no sabe qué coño hacer para coger su galleta. 

-Por favor, señor, yo a usted no le he hecho nada. Déjeme en paz, se lo ruego. No quiero tener nada que ver con usted.

-Porque de mí no puedes sacar nada, ¿eh, santito? Yo no te intereso. Vamos, ¡haz algo en mí! ¡Cúrame de mí mismo, don filósofo de papel! 

-No sé de qué me está hablando. Por favor, márchese.

-No chaval, no me voy a marchar, no hasta que tenga unas respuestas. No hasta que te levantes y hagas algo. Tío, esto es la vida no tu puto juego, no es tu puta pompa mágica en la que todos sienten cosas mágicas y ven cosas mágicas y son todo arco iris y pollas de purpurina, no. No. Macho, esto es la vida real, aprende a vivir de una puñetera vez que ya eres mayorcito. 

-¿De qué coño está hablando? ¿Ni siquiera sabe quién diablos soy y me está dando consejos de cómo vivir? Váyase antes de que llame a la policía. 

-¡Uh! ¡Qué puto miedo! ¡Los maderos! ¡Corred! Anda a cagar. Mírame a mis mugrientos ojos de alcohólico y dime que todo lo que he dicho es falso. Que tus amistades son de verdad y no son un trámite para sacar tú algo de ellas. Que tus miradas no ven nada. Que apenas te puedes mantener en quien de verdad eres. Que vives en una puta mentira autocompasiva y melancólica propia de un emo adolescente. ¡Mírame a la puta cara! ¡Mírame y dime que es mentira! 

-...

-Vete a cagar, colega. 

Se sacó un cigarro y se puso a fumar. A nadie pareció importarle que lo hiciera como a nadie le habían importado los gritos que estaba pegando en el local. Aquel hombre de alguna manera me había calado, no entero, creo que eso no se puede, pero me había pillado. Sí, es cierto, de cada amistad que tengo siempre tengo la esperanza puesta en algo que sacaré de ellos... no sé, verdades, sexo, alguien en quien desahogarme, siempre fui así de cabrón pero lo hago sin querer. No me justifica pero, oye, al menos no lo hago con mala intención, lo hago sin querer. Se recostó sobre la silla y continuó:

-Mira, llevo tres días sin dormir. Me he estado metiendo mucha mierda en el cuerpo, no me juzgues por un puto cigarro. Y te voy a decir algo, tronco, te lo creas o no tú y yo estamos a un pelo de ser la misma persona, ¿sabes lo que te quiero decir?

-No sé quién es usted pero debería meterse en sus asuntos. Yo no le he molestado. 

-¡Sí, joder! ¡Sí que lo has hecho! Tienes un potencial gigante y te estás tirando por ahí como una puta alma en pena que no sabe hacer una mierda. ¡Joder! -echó el humo que tenía guardado de un par de caladas- Mira... no nos volveremos a ver nunca, pero tío, cambia. Cambia de una puta vez. Deja de ser un sociópata enfermizo y se tú mismo, coño. 

-Fácil es decirlo, ¿no? Te voy a decir algo, no soy la mejor persona del mundo, de hecho yo mismo te confirmo que soy un hijo de puta, pero sé distinguir muy bien según qué cosas. Según qué realidades. Según qué respuestas. Cosa que tú no. Cosa que tú nunca has podido hacer. Gracias por tus consejos o lo que sea, pero llegas tarde, llegas muy tarde, porque esos consejos me los dije a mí mismo cuando apenas cumplí la mayoría de edad. Y aquí estoy ahora, solo, en una cafetería con un tarado y un trabajo mediocre. No destaco. No llamo la atención y apenas me queda gente en la que confiar pero, ¿sabes? Ha sido mi culpa. Lo ha sido siempre. Si construyes un edificio enorme y precioso sobre estiércol se acabará cayendo en su propia mierda. Así que llegas tarde amigo. Ahora vete de nuevo a tu casa y déjame en paz, puedo pudrirme solo. 

-¿A dónde coño quieres que vaya si yo soy tú?

Entonces miré mi café y estaba vacío, delante mío no había nadie. La camarera me miraba muy extrañada y el anciano había puesto su sonotone a punto como si hubiese estado viendo una película entretenida. Recogí mis cosas y me fui a mi casa a pasos acelerados. Llamaré a una amiga para contarle esto y, no sé, me haré macarrones de comer.

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jueves, 19 de septiembre de 2013

Terror en otros planos de existencia

Un verano me fui de vacaciones con mis padres a un pueblecito del norte cuando era un niño. Alquilamos un par de habitaciones en una casa rural para, ya sabéis, disfrutar de las delicias de la vida en el campo. Hacer alguna barbacoa, respirar aire puro mañanero y tener esa sensación de que el tiempo se detiene para ti.
Solía ir cada verano a algún lugar distinto, siempre con mis padres, "así conocerás de todo" decían. La mayoría de los viajes ocurren sin ninguna clase de percance o problema, no pasa nada especialmente interesante, nada más interesante que el lugar que visitamos. Aunque estas, particularmente estas, las recuerdo con todo lujo de detalles.

Aquel pueblo tenía una larga tradición celta que se remontaba a tiempos anteriores a Cristo y sorprendentemente conservaban un cementerio de aquel tiempo. El ayuntamiento y los órganos del municipio correspondiente lo habían escarbado y convertido en atracción turística, "si algo es raro y antiguo hay que verlo", ¿no? La tercera mañana que pasamos allí nos acercamos al dichoso cementerio, se podía caminar por algunas de las viejas criptas que habían sido limpiadas de restos y el turista debía imaginarse las paredes llenas de calaveras como lo estaba entonces, y como estaba cuando excavaron aquí. Los celtas eran un pueblo poco civilizado, bárbaro en muchos sentidos, y tenían una tradición malsana: se comían a sus enemigos para ganar su poder, así que un fuerte guerrero se creía que había consumido decenas de almas y por tanto tenía la fuerza de éstas. Siempre me parecieron unos pirados. 
No sé si formaba parte de la atracción o no pero en una esquina del cementerio había una casita muy vieja, no sé de qué época pero no era contemporánea; en esta choza vivía un señor muy mayor que me recordó al druida de los cómics de Astérix, salvo que éste estaba encorvado, mucho más arrugado y no tenía una barba tan de tebeo. 
Cuando, finalmente, el guía nos dejó libres me acerqué a aquella intrigante estructura pedregosa. Llamé a una rústica puerta de madera y la desagradable mirada de aquel anciano me asustó al instante. Me dijo que pasase, que le gustaban las visitas. Era un cuartucho, en una esquina la cama, en el centro un caldero y lo demás eran estantes con todo tipo de sacos, bolsas y botellas, toda la estancia rezumaba un olor a cerrado que me abofeteó la nariz con tanta fuerza que casi me derribó. El hombre me dijo que qué me traía por el pueblo y le dije que vacaciones pero a él no parecía interesarle demasiado, quizá no entendió qué significa "vacaciones". Estaba casi ciego lo cual le obligó a ponerse unas gafas muy gruesas para poder verme la cara bien, me dijo que mi cara era normal, que todo estaba en orden y que ya me podía ir. No me estaba enterando de nada. Cuando se quitó las gafas me acerqué a una mesa donde se leía un título de libro "El retrato de los muertos", parecía un libro manuscrito. Sin que el viejo se diese cuenta me llevé el libro y me fui deprisa a mi habitación sin mediar palabra con nadie. 

Aquel conjunto de páginas ocre y envejecidas estaba escrito de la misma manera que un libro del medievo, además de estar escrito en castellano antiguo. Por suerte no es difícil de diferenciar del castellano actual por lo que lo pude leer sin muchas dificultades. Al leer los primeros capítulos me di cuenta de que se trataba de un cuaderno de campo y, joder, vaya cuaderno de campo. En él se relataban toda serie de rituales y experimentos para comunicarse con los muertos, el viejo debía ser un brujo o algo raro pensé, o quizá un tipo aún más chalado de lo que parece. Según fui leyendo me di cuenta de que el cuaderno era mucho más antiguo que el anciano y de que no estaba escrito por él, el anciano lo debió haber encontrado y le pareció interesante, tanto como a mí. 
La segunda mitad del libro era más oscura, si cabe, no sólo ya había leído sobre los éxitos de los experimentos tales como comunicarse con difuntos de otras eras, así como atar almas en recipientes especiales o incluso introducirlas en objetos inanimados para que éstas volviesen al plano material de los vivos. Lo que ahora venía fue lo que me perturbó realmente, hasta aquí, como niño que aspiraba entonces a ser forense, el libro  me fascinaba y de hecho mientras lo leía pensaba en cómo hacer yo mismo aquellos experimentos en mi casa en la ciudad. Comenzó un capítulo llamado "Como Llamarlo". 
Me pareció curioso al principio cómo se había escrito "Llamarlo" con mayúscula pero me di cuenta de que fuere lo que fuere siempre era sustituido por un pronombre y una mayúscula. Se afirmaba la existencia de un ser demoníaco, o más bien alejado del bien y el mal, que vivía en el plano onírico, así como las ánimas, el cual podía ser convocado para realizar un trato que pudiere proporcionar un poder descomunal. Yo ya había leído sobre pactos con Satanás y me parecían todos una chufa, un engaño nada sutil y mucho menos convincente, creados para estúpidos desgraciados que querían sentirse importantes haciendo ocultismo barato. Pero esto parecía tan real que daba miedo. Llegué a unas páginas llenas de figuras geométricas de protección contra Él, incluso una manera de que en sueños no pudiera localizarte ni tocarte. Hablaban de un ser de proporciones cósmicas, de poderes inimaginables e incomprensibles para la humanidad. Pasé la noche en vela leyendo aquellas páginas sin detenerme. Me fascinaba y horrorizaba las atrocidades que ese ser podía llegar hacer por capricho, o al menos lo que a la humanidad le parecía un capricho. Cuando llegué a las últimas páginas leí exactamente esto, pues lo traduje y transcribí:

"Mas una cosa no ha de hacerse bajo ningun concepto.
Nunca su nombre ha de ser pronunciado, nunca deberas Decirselo,
nunca Debera saber que lo conoces, nunca Debera recordarlo.
Si tu lo pronuncias, si El lo escucha de ti,
te Encontrara a ti y a tu recipiente de carne y los Hará pedazos junto con tus tierras,
recuerdos, amores, sueños y vidas. La orgía de sangre teñira los mares de tu mundo, ahora condenado al desasosiego y tu, pobre mortal, nunca volveras a vivir en este o ningun otro plano de existencia. Te sera negada tu existencia.
Ten cuidado. Nunca pronuncies su nombre.
Menos en sueños."

El que lo escribía parecía tener miedo mientras lo hacía pues la letra estaba movida y el trazo era tembloroso, hasta encontré el recuerdo de gotas que habían mojado el viejo papel, ¿lágrimas? La última página estaba arrancada. Mejor, así nunca sabré el nombre de Aquello, espero que nadie lo sepa. Espero que el viejo que encontró este libro no lo sepa. O tan sólo espero haber hecho bien quemando aquel manuscrito. 

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jueves, 29 de agosto de 2013

Sinceridad

-Te seré sincero: soy un fraude. Nada de lo que digo se parece mínimamente a la realidad, pero eso es lo que soy, ¿no? Un ilusionista. un muro de humo, un hombre capaz de lo más insólito y extraordinario para agradar a su público. Un tipo que comprendió la realidad y decidió hacer trampas pues ésta era muy complicada. Pero estás conmigo, no obstante, con la esperanza de que algo de lo que diga cambie tu vida, te sorprenda, te llegue, te sobrecoja o te alegre la mala tarde. O esa impresión te he dado siempre, ¿cierto? Por eso te atraía tanto... No puedo hacer nada de lo que me pides, cielo, soy un sucedáneo. Nunca fui nadie en ningún sitio, nunca fui nadie para ninguna persona. Nunca he sido importante realmente. Muchos han creído que yo les importaba, a ellos le importaba alguien que no era yo, ni por asomo.
>Nunca me ha conocido nadie. Ni siquiera aquella chica del pelo rojo que sonreía tanto... ella nunca me quiso de verdad aunque yo a ella sí y nunca lo supo. Una vida falsa, con caretas, máscaras, disfraces, espejos y retorcidos guiones ensayados y meticulosamente meditados. He dado alegrías para que me sonrían, pena para que me acojan, ira para importarles. He contado proezas, historias, cuentos y maravillas que jamás ocurrieron. Nunca he sido sincero, por eso quise serlo contigo, para que sepas que, en el fondo, me importas tanto como para desmontar cada treta que tengo preparada para ti, cada engaño que utilizo para llegar a mi objetivo.
>Toda mi vida ha sido falsa, nunca me ha pasado nada sobrenatural ni he conocido a ningún dios ni espíritu, como mucho ha sido una demencia propia de mi enfermiza esquizofrenia que a duras penas controlo con alguna que otra droga. No son baratas, ¿sabes? Todo ha sido como una bola de nieve. Dicen que las mentiras te persiguen, dicen que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Son chorradas. Si no existe la verdad, ¿existe la mentira? Tergiverso la realidad para no enfrentarme a mis miedos. Me pongo una cara que no es la mía para afrontar las peores situaciones que vivo. Digo palabras que nunca saldrían de mi boca para poder escapar de la tensión y el nerviosismo. Comprenderás ahora que nunca me he podido permitir querer a nadie demasiado, a nadie que se empeñe en continuar en mi vida. Las pocas personas que han sabido un ápice de la mentira que soy se han ido pronto de mi vida; lo sabía con antelación y a modo de expiación hice que ellos lo supieran. Maquinador, sí. Bochornoso, también. Pero nunca lo supo nadie realmente. Los sentimientos que estás generando hacia mí en este momento son de odio imagino, ¿cómo no te lo conté antes? ¿Cómo he podido ser así tanto tiempo? Porque soy un hijo de puta muy listo. Por eso.
>Supongo que ya me odiabas un poco antes. Conozco bien la naturaleza humana, mi compañía hace que en el fondo sepas que soy alguien con quien no te conviene compartir tu tiempo pero está tan al fondo que no lo escuchas, sólo escuchas mi lengua venenosa. Pero no soy tan malo. Es un mecanismo de defensa, debería darte lástima y no rabia. Si no tuviera tanto miedo de ser quien de verdad soy no sería el fraude que soy, si la gente fuese más comprensiva y tolerante no haría lo que hago. Por eso nunca llegué demasiado lejos en mis mentiras, por eso nunca me acosté con nadie que no quiso hacerlo de verdad, por eso siempre que alguien quiere que forme parte de su vida íntima me aseguro de sus razones y compruebo que ninguna sea una burda ilusión de la que no ha logrado darse cuenta. No soy tan terrible, ¿no crees? Así somos los humanos, unos imbéciles que tienen miedo de que su reflejo sea ellos mismos y no la fachada que tanto les ha costado construirse. Somos socialmente ineptos.
>Pero tú me importas. Aunque ahora te preguntas si esto es cierto. ¿Me equivoco? Me pregunto cuántas veces me habrás escuchado decir esto, a cuántas personas. Y ahora sabes que ninguna era verdad, por eso te preguntas si es cierto que me importas. Quizá toda esta sinceridad sea una enrevesada mentira cuyo fin es que parezca que me abro a ti y sólo a ti y así hacer que tú pienses que eres única en mi vida, que esta vez, esta única e insólita vez, voy en serio. ¿Quién sabe? Quizá no sea tan tóxico como parezco. Quizá por una vez sea la pura verdad. Quizá por una vez este dulce flautista deje de tocar y comience a hablar. Pero, quién sabe... Cuando arrastras tanto una mentira acabas creyéndotela, acabas dudando si de verdad hiciste aquello o si de verdad sentiste eso otro. Tu mundo acaba siendo una constante duda, una constante lucha entre qué es verdad y qué es falso. ¿Te has abierto de verdad alguna vez a alguien? ¿Hasta que punto llega tu control sobre qué es real y qué no? Te estoy siendo sincero o, al menos, eso aparento, por eso te diré que no tengo la más remota idea de la respuesta a esas preguntas. Esto lo he llevado demasiado lejos y no sé dónde estoy yo, dónde el personaje y dónde la máscara. Todo es una amalgama que ha formado un espectro que ha vivido más pasados de los que permite una vida y ha visto más de lo que ha podido ver un hombre. Todo por no salir corriendo. Todo por querer que alguien te abrace a ti por una vez. Así que te seré sincero, no sé quién soy, qué he hecho y qué no, qué he sentido ni qué siento. Todo forma parte de un plan del que ni yo tengo información. Pero no soy tan malo, ¿no crees?
>Es una lástima que sea tan precavido, tan maquinador y tan repugnante todo metido dentro un cuerpo repleto de miedo al mundo y a sí mismo disfrazado de alguien seguro, tenaz y de éxito. Es una lástima para ti, claro. No viniste en el mejor momento, sabes que si fueras cualquier otra persona me hubiese aprovechado de ti y te hubiese dejado ir pero me importas demasiado y por tanto eres peligrosa para mí, para mi estructura. No puedo dejar que te vayas... ¿Ves? ¡Esa es la mirada que nunca puse yo! ¡Esa! Esa mirada que se asoma entre lágrimas que no se atreven a caer. Es una mirada demasiado pura, demasiado sincera, demasiado real, ningún disfraz puede crear algo así, es arte, puro arte.

-¡Hijo de puta! ¡Socorro! ¡Suéltame!

-Cariño... por favor, no hagas esto más difícil. Te lo dije antes y te lo digo ahora, nadie puede oírte. Odio cuando se despega la cinta americana, deberían inventar algo mejor. Ya te he dicho que me importas mucho, más que ninguna otra persona en el mundo y no puedo dejar que eso ocurra. Hasta siempre cielo... te recordaré siempre.


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