jueves, 11 de octubre de 2012

Los ojos amarillos y el hambre insaciable

La enorme isla conocida hoy como Australia está habitada por multitud de tribus, muchas de ellas aún se tienen tirria. Otras han aprendido a convivir, pero todas ellas mantienen sus territorios. Los padres de todas estas tierras creían, como sus hijos creen, en el Tiempo de Sueño. Se enorgullecen de mantener la tierra tal cual les fue dada, desde hace milenios. Lugares que no cambiaron nunca. 
Todas protegen la tribu que se encuentra en las costas del desierto, al noroeste. No es enseñada a los turistas... si fueras allí no podrías verla, saben protegerse de los curiosos,
y aunque pudieras verla no sentirías nada especial en ella, no te darías cuenta con el poder que juegan...

Los ritos de los aborígenes constan de percusiones, danzas, máscaras o ingesta de alucinógenos, sin embargo esta tribu no realiza nada de esto, por eso es tan especial y protegida, guardan los secretos que les fueron rebelados a los hombres en tiempos de magia y en tiempos donde la realidad no estaba aún definida. 
Su único rito se realiza cuando no hay Luna que les pueda vigilar y usando la oscuridad por supuesto. Una vez en cada etapa del tiempo, los hombres y mujeres no vírgenes apagan todas las luces de la tribu y se reúnen en torno a una piedra lisa de obsidiana que se encuentra en el centro del poblado. Es una roca misteriosa... es brillante, de un morado oscuro y no sabrías por qué pero sabrías que respira. Hombres y mujeres se sientan alrededor de la estrellada roca y contemplan a un chico, normalmente menor de las dos docenas de años, que se sube encima de la roca con una antorcha. En este momento el chamán que gobierne en ese tiempo aparece de entre las sombras y rocía al chico con arena, arena de sueño, con la que el chico cae inconsciente encima de la roca. Por la roca, por la arena o por los deseos de las estrellas el chico se convierte en hermafrodita y deja de ser hombre y deja de ser mujer, ahora es el que son dos y uno a la vez. 

Es en este punto comienza el ritual. Todos los hombres y las mujeres comienzan a pronunciar la letra "Om" y por designios de la noche sus gargantas no se cansarán de pronunciarla durante horas. El chamán les mira, mira a los cielos, extiende los brazos y grita en una lengua olvidada... no por vieja, sino por ser anterior a las lenguas del hombre, serías incapaz de entenderla pero en el fondo sabrías lo que dice. De pronto, entre la oscuridad y de debajo de la obsidiana aparecen cuatro sombras, pero no sombras como las que producen los cuerpos con la luz, no, una sombra que no era de este mundo ni de este universo, era otra cosa, tendrías que verla para entenderla; esta sombra comienza a estirarse hasta llegar a los hombres que seguían repitiendo su "Om". Las cuatro sombras se encojen y se expanden hasta que cubren el círculo completo. El chamán, contento, las obliga a levantarse con su voz; las sombras se dividen en cuatro triángulos que se encajan a la perfección encima de la roca de obsidiana emitiendo una luz amarilla casi cegadora hacia los cielos. Se juntan las sombras, de una manera que sentirías infinita, y forman una pirámide, encerrando a la luz, se convierten en obsidiana y el hermafrodita se pierde entre el espacio y el tiempo, entre la realidad y la irrealidad. El chamán está muy contento, anda por la pirámide desafiando a toda lógica y se apoya con un pie en su cúspide, grita "¡Basta!" y cae dormido al suelo, como el resto de hombres y de mujeres. 

Se despertarán en un día exacto, cuando las Luna les vea. Cuando lo hagan verán que alrededor del poblado los bosques no son más que llanuras de matorrales y cálida roca, que los acantilados no son más que playas de arena y que el cielo no les mira de la misma manera. Pero ellos y el poblado no cambiaron... nunca lo hicieron... y nunca lo harán... 

No cambiaron. No cambiaron nunca. El cambio no les devoró, devora ni devorará. 


Larry
Desde la Casa de los Mitos olvidados
Historias Irrelevantes